Y si no os parece suficiente con la presencia de estas oscuras entidades para creer que existe el Infierno, tendréis oportunidad de cruzaros con las infames criaturas que pueblan ese lugar de tormento. Pues muchas de ellas sirven a los demonios o a sus acólitos humanos, y a veces se cuelan por las puertas que comunican nuestro mundo con el suyo, de las cuales hay varias repartidas por la tierra. Hablamos de los engendros, criaturas de pesadilla creadas por Lucifer y nacidas en los pozos del Infierno, que gustan de pasearse por los parajes malditos, pues les recuerdan a su hogar. En su mayoría son fallidas y grotescas versiones de seres humanos y animales, pero dotadas de poderes o habilidades sobrenaturales que los hacen muy peligrosos.
Los andróginos, por ejemplo, se cuentan entre los más comunes servidores de los agentes infernales. Parecen personas, pero la mitad derecha de su cuerpo se corresponde con la de un hombre, y la izquierda con la de una mujer, creciéndole bigote solo en la mitad derecha del rostro y un pecho en la parte izquierda. Por esa razón suelen ir embozados y con trajes anchos que disimulan su deformidad. Los reconoceréis porque son incapaces de sentir dolor. Si sospecháis que una persona es en realidad un andrógino, clavadle una daga o marcadle con un hiero al rojo; si no reaccionan, vuestras sospechas serán ciertas. Al no sentir dolor, son duros combatientes que no se detendrán hasta que los hayáis matado; os parecerá que de nada sirve atacarles, pues ni se inmutarán aunque se les corte un brazo, pero sabed que tarde o temprano acabarán pereciendo, descomponiéndose en cuestión de minutos.
Otros seres que suelen servir a los magos goéticos son los blemys, que tienen apariencia de seres humanos sin cabeza, con ojos, nariz y boca en el pecho. Son aún más peligrosos que los andróginos, pues son más inteligentes y resistentes, y hábiles combatientes. Sin embargo, tienen un punto débil: la música bien ejecutada los paraliza (algo sorprendente, pues carecen de oídos). Por lo cual conviene que haya algún hermano versado en el arte de Euterpe, a poder ser con flauta, siringa o caramillo, fáciles de llevar y que dejan libre una mano cuando se tocan; no habrá, pues, mejor escudo que la flauta en la siniestra cuando blandáis el arma contra estos seres.
Existen además pequeñas criaturas ocultas en el cuerpo del brujo que le confieren gran poder. Unos son los diablillos orejudos, que suelen portarse en una bolsa o cajita; estos delatan a su portador por el pestilente hedor que emanan. Otros son los lutines, negros y de un solo ojo que brilla en la oscuridad; pueden ser creados por sus amos, y son mucho más peligrosos que los diablillos, puesto que son capaces de usar brujerías. Se sabe que existen más criaturas de este tipo, y que son diferentes en cada zona. Ya que son la fuente de poder de sus portadores, para que estos se vuelvan indefensos haremos bien en intentar eliminarlas.
Cuando caminéis por bosques medio muertos cercanos a los cementerios u os adentréis en las profundas arboledas, guardaos de las meliades. Son estos unos seres con aspecto de mujer bellísima de rasgos felinos, tanto en ojos como garras y colmillos, y de tono verdoso que las oculta a nuestros ojos en medio del follaje. No suelen atacar a grupos, sino a viajeros solitarios, a quienes seducen para devorarlos mientras fornican con ellos. Usan hechicerías para atraer a los desaprensivos, y si se les ataca, se defienden como leonas. Si no tienes más remedio que adentrarte en solitario en sus dominios, lleva una buena hacha, pues acostumbran a fundirse con la madera de un árbol; si talas el árbol, la meliade morirá.
No he encontrado más criaturas de este tipo en mis andanzas, aunque por boca de otros hermanos y rebuscando en viejos legajos he sabido de la existencia de unas peligrosas brujas inhumanas llamadas meigas, que operan sobre todo al norte, en la zona de la Galaecia. Tienen aspecto de viejas decrépitas, y a veces se las puede encontrar instaladas cerca de poblados y aldeas, ya que disimulan su infernal origen, delatado por sus patas de cabra, bajo sus ropas. Aunque no combaten, las meigas son enemigos formidables por su gran conocimiento y uso de las hechicerías, y porque son capaces de invocar a su amo Agaliaretph, demonio superior de la magia negra, con solo llamarlo. Por eso es buena idea pillarlas por sorpresa y taparles la boca mientras se les clava el acero, aunque cuidado, pues algunas pueden tener colmillos.
Relatome asimismo un hermano perturbado por los horrores presenciados a lo largo de su vida su enfrentamiento con una criatura arbórea que terminó con la vida de tres de sus compañeros que andaban metidos en una investigación sobre unos seguidores de Guland. Describiola como un roble con tres patas parecidas a raíces, con las que se desplazaba a gran velocidad por el bosque, vigilando la zona donde los goéticos hacían sus rituales e invocaciones, y protegiéndolos de los intrusos. Esta criatura evitó que nuestros hermanos purificaran el bosque de la presencia de esos humanos sin alma, pues atacoles con un aguijón venenoso y endiabladamente largo que le salía de las ramas bajas. Cuando se lo encontraron, vieron en él ensartada una víctima con la carne ya en avanzada putrefacción. Los hermanos tuvieron que huir, pues no estaban preparados para luchar contra semejante criatura, cuya gruesa corteza le protegía de las armas. Al ser planta, debe ser el fuego lo que más teman y lo que más les dañe, así que tenlo dispuesto si alguna vez te encuentras con semejante abominación.
Con todo, son todas estas criaturas difíciles de ver, pues, como dijimos al principio, es su hogar el Infierno, y solo se las encuentra en lugares que recuerdan a este. Son servidoras directas de los demonios, y me consta que hay muchas más que las que aquí he descrito, mas resulta harto complicado obtener información sobre ellas, pues no está tan extendida su leyenda como las de otras criaturas más arraigadas a la Tierra. No obstante, tengo razones para pensar que siempre han poblado la tierra con distintas formas, como atestiguan los escritos de antiguos griegos y romanos: sirenas, gorgonas, estrigas, minotauros, dragones y otros monstruos horrendos que aparecen en los relatos de aventuras de los héroes bien pudieran ser agentes infernales enviados para sembrar el terror y oponerse a las grandes hazañas, contribuyendo a extender la oscuridad y la ignorancia en las mentes de los crédulos. Pues tampoco dudo de que aquellos falsos dioses de la antigüedad, de quienes proceden tales criaturas, son los demonios superiores disfrazados: Hécate y Diana bien podrían ser presencias de Agaliaretph, y las brujas que les rendían culto, sus meigas; Marte se aparecería como Abigor o como Frimost, o este estaría tras la forma de Vulcano; Venus sería Masabakes o Lilith, y las gorgonas y estrigas sus servidoras; y así hasta completar todo el panteón divino que en aquellos tiempos poderoso enemigo fue del culto a nuestro Único y Verdadero Dios.
Empero, ninguno de estos seres mitológicos de la antigüedad he encontrado en mis andanzas, mas sí tuve que vérmelas con andróginos y blemys, de indudable origen infernal al encontrarse al servicio de brujos goéticos de los que dimos buena cuenta.
Mas en nuestra lucha contra los goéticos, aún queda por hablar de otras criaturas a ellos ligadas por obra y gracia de Lucifer, mucho más peligrosas que estos engendros que tienden a ocultar su infernal procedencia bajo la apariencia de hombres, animales o plantas.