Si algo llama la atención al leer este libro es que a medida que pasan las páginas, su lectura se hace más y más adictiva. En este aspecto me recordó a Los Pilares de la Tierra, aunque la obra de Ken Follet es aún más adictiva si cabe. Noah Gordon sabe despertar el interés del lector mediante la creciente carga emotiva que imprime a la historia de su protagonista, lo cual es un requisito indispensable para cualquier best-seller. Además, nos atrapa con sucintas descripciones de comidas, lugares y caracteres casi desde el primer momento, lo cual, combinado con lo anterior, parece ser la fórmula idónea para que el lector se implique en la lectura de una novela histórica.
Asimismo hay que reconocer que en algunos aspectos la labor de documentación del autor y la forma en la que ha plasmado sus conocimientos en la novela resulta algo espléndido, en especial todo lo que se refiere a las costumbres de los judíos. Esto contribuye de manera especial, aunque solo a veces, a dibujar un cuadro creíble en el que asomarse para ver cómo era la vida en el siglo XI.
Pero hasta aquí los puntos positivos que presenta esta obra. Y es que, a pesar de que estos tienen un peso importante como el que representa la posibilidad de disfrutar y gozar con la lectura de una novela, alberga muchos más aspectos negativos que positivos.
Empezaremos hablando de la redacción de la novela, que salvo puntuales excepciones no brilla en ningún momento, limitándose a contar lo que sucede de la manera más inteligible para el lector, sacrificando otros aspectos como la ambientación, al utilizar vocablos actuales en sustitución de otros más adecuados para la época. Es la desventaja de escribir un libro dirigido a las masas, destinado a convertirse en best-seller.
Segundo, esta novela presenta el clásico y típico problema que afecta a la mayoría de las novelas históricas, restándoles muchísima calidad: algunos personajes, sobre todo el protagonista, no son personas del siglo XI, sino del siglo XXI. Y no me refiero a las ideas innovadoras del protagonista con respecto a la medicina, sino a su forma de pensar en general. Súmese a este problema lo comentado anteriormente con respecto a los vocablos actuales y tendremos una peligrosa y explosiva mezcla que, de no ser por lo atractivo de la historia que se cuenta (atracción provocada esencialmente por el componente emotivo que se va gestando paulatinamente), dinamitaría por completo esta novela al verse desprovista de una adecuada ambientación histórica. Cosa, por otra parte, que se intenta subsanar con vacuas y tópicas descripciones del mundo exótico al que viaja el protagonista, leídas ya en muchas otras novelas, que no hacen más que engrosar el número de páginas del libro, haciendo muy poco en sí por cuidar el aspecto de la ambientación y actuando como un parche con el que se intenta evitar que se desinfle una rueda.
Tercero, ciertos momentos de la historia poseen muy poca credibilidad. Se sacrifica este aspecto para construir escenas posteriores que ni siquiera llegan a sorprender, lo cual es todo un fallo de principante que no esperaba. Ejemplos de ello son oportunidades caídas del cielo durante el viaje y algunos reencuentros con personas que son difíciles de explicar en el contexto de la novela, habiendo realizado el protagonista un largo viaje a travesando toda Europa y Oriente Próximo y encontrándose tan lejos de su hogar. Además, la relación del protagonista con algunos de los personajes principales parece demasiado superficial y en algunos casos no se explota lo suficiente.
Otro aspecto negativo es el segundo "mal de la novela histórica": la personalidad plana de la mayoría de sus personajes. Es una historia con buenos y malos, donde los buenos son el protagonista, algunos médicos persas (Avicena entre ellos) y los judíos, y los malos son los religiosos no judíos, cuyo papel como obstructores del avance de la ciencia se deja bien claro de manera reiterada, y los ricos y poderosos. Incluso el protagonista presenta el tópico de ser una buena persona que solo se vuelve malvada y violenta con la bebida.
Un último apunte: el libro se divide en siete partes, dos de las cuales están dedicadas al viaje que hace Rob desde Inglaterra hasta Persia, y sin embargo cuando decide regresar a su casa hay un incomprensible fundido en negro. Pasamos de estar en Persia a desembarcar en Londres con solo chasquear los dedos, cosa que choca después de que el autor nos demostrara sobradamente en la segunda y tercera parte de la novela que cualquier viaje en el medievo se convertía en toda una odisea. Mi teoría es que ya andaba sobrado de páginas (siendo este uno de esos libros a los que les sobra casi la mitad), y por eso se "comió" esa parte. De hecho, da la impresión de que en la última parte el autor escatima el número de párrafos con que tan gratuitamente nos obsequió en las partes previas, limitándose a terminar de desarrollar el argumento para concluir la historia.
Ahora bien, a pesar de todos los aspectos negativos que se han comentado, su lectura es muy recomendable para aquellos que no sean tan exigentes como yo en cuanto a la recreación de una época de la historia. Es de esas novelas que enganchan a la mayoría gracias al hecho de que sea tan fácil meterse en la piel del protagonista y vivir con él las penurias y dificultades que se encuentra en el camino. Dicho de otro modo, si te gustó cómo te enganchó Los Pilares de la Tierra, seguramente te gustará este libro, pero no esperes ninguna maravilla.
Puntuación: 6
2 comentarios:
Vaya peñazo libros que te lees últimamente! Claro que yo no soy fan de las novelas históricas. Podrías hacer un post con recomendaciones al respecto.
Pues no es mala idea, no...
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