A decir verdad, este ha sido uno de los mejores libros ambientados en el medievo español que he tenido la oportunidad de leer. La intriga mantiene en vilo al lector durante cada uno de los capítulos de esta novela, que entre otras virtudes presenta un lenguaje muy culto y propio de todo un magíster de la universidad, una excelente ambientación apoyada en la magnífica documentación recogida por el autor y momentos de auténtica reflexión en los que salen a relucir profundas disertaciones que ahondan en la filosofía medieval.
El libro está escrito en primera persona, en forma de diario. La excusa es la redacción de un informe en el que se recoge la relación de los hechos acaecidos desde la llegada de Raoul a España. La ventaja de la adopción de este punto de vista es que la visión de este personaje es la más rica posible de entre la de los demás que intervienen en la historia. Raoul nos sorprende con detalladas descripciones de los monumentos que va visitando en su camino, profundiza en ellas dándonos a conocer la ideología que subyace a su estilo, nos describe sus debilidades, sus temores y la imagen que tiene de sí mismo, y nos describe los personajes con los que se encuentra desde una perspectiva esencialmente psicológica, lo que permite que estos personajes muestren una riqueza pocas veces vista en novelas de este estilo, en las que por desgracia proliferan los personajes planos.
Ahora bien, la estrategia adoptada por el escritor también ofrece algunas desventajas. Por ejemplo, la novela se aleja a menudo del argumento principal, entremezclándose en ella historias en las que intervienen otros personajes, describiéndose estas tan detalladamente que resulta difícil pensar que el protagonista tenga tal conocimiento de ellas que incluso se permita saber lo que sienten los personajes aunque no esté presente, si bien advierte que se limita a reconstruir los hechos. Este hecho deja claro las limitaciones que conllevan adoptar únicamente el punto de vista de uno de los personajes a la hora de contar la historia, aunque este sea el protagonista, frente al del clásico narrador que utiliza la tercera persona y tiene el poder de la omnisciencia.
El ritmo se hace más lento conforme avanzan las páginas, y de hecho el argumento principal ocupa solamente los primeros y últimos capítulos del libro de una manera clara, pues en los capítulos centrales se entremezcla con otros hilos argumentales secundarios que en determinados momentos llegan a adquirir mayor protagonismo que el principal. Sin embargo, la lectura no se hace pesada, ya que consigue atraparnos mediante las reflexiones y descripciones del protagonista, que tocan temas muy diversos y nos aportan información muy interesante sobre ellos, todo ello sin abandonar la forma de pensar típica de un monje medieval, que, a pesar de ello, es algo peculiar, pues muestra una tolerancia atípica hacia otras religiones y temas sexuales. Esto crea un efecto interesante, ya que provoca en el lector la creencia de que quien narra la historia es un verdadero sabio capaz de trascender los esquemas sociales de su tiempo.
A lo largo de la narración de Raoul van apareciendo temas típicamente medievales, pero abordados con inteligencia y originalidad: la búsqueda del santo grial, el simbolismo inmanente en los estilos arquitectónicos, el camino de Santiago, el ambiente cortesano y las normas de etiqueta, y un largo etcétera, pero por encima de todos estos temas, asistimos a esas ladinas actuaciones destinadas a conseguir un objetivo sin que resulte obvio que este se persigue, algo tan usual en las altas esferas, más aún cuando entran en juego dos facciones enfrentadas y el éxito de la empresa requiere máxima discreción para que el enemigo no advierta los movimientos que se hacen. Es este aspecto uno de los mejor conseguidos por el escritor, que nos muestra cómo intriga el hombre del medievo contra su rey y cómo este mueve los hilos desde las sombras para rechazar posibles ataques encubiertos.
La trama principal está muy bien diseñada, aunque no nos damos cuenta de ello hasta el último capítulo, en el que se encuentra explicación a muchos hechos dudosos acaecidos durante el viaje de Raoul a Santiago de Compostela. Hay pocos giros inesperados, ya que la mayor parte del desarrollo es previsible, pero el autor no busca sorprendernos mediante el mero desarrollo de los acontecimientos; prueba de ello es que se nos informa desde el principio del positivo desenlace de la historia. Hay, de todas formas, hechos inesperados, sobre todo en los capítulos finales, que desconcertarán a Raoul, obligándole a reponerse y cambiar de estrategia.
Es un libro que no decepcionará a los amantes de la intriga y de la novela histórica, escrito con sorprendente brillantez, en el que las diferentes tramas se entremezclan con inteligencia y que trata con acierto diferentes temas filosóficos y cotidianos en el camino. No obstante, es necesario leerlo teniendo en cuenta que la trama principal se va desarrollando con cuentagotas hasta que los hechos se precipitan en los cinco últimos capítulos (lo cual nos resultará bastante lógico cuando nos enteremos en los últimos capítulos de la causa de ello), y que el autor aprovecha los momentos de relajación del viaje de Raoul para dejarnos interesantes pinceladas sobre la sociedad medieval que contribuyen adecuadamente a crear una ambientación idónea.
Puntuación: 8
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