domingo, 17 de junio de 2007

El oro y el acero

Me ha costado, pero por fin he conseguido hacerme con un ejemplar de este libro-juego escrito por Ricard Ibáñez y publicado por Nosolorol Ediciones. Y vamos a meternos de lleno en la reseña porque esta vez me toca cantar las alabanzas de esta magnífica novela de capa y espada convertida en un thriller histórico ambientado en el Siglo de Oro.


Para empezar, el argumento no parece nada fuera de lo común. Un soldado viejo, metido a asesino a sueldo, recibe la noticia por parte de su cuñada de que a su hermano lo han mandado a la tumba de un pistoletazo en la cara. La viuda pide venganza, y el viejo soldado se la ha de proporcionar sin cobrarle un real, que al fin y al cabo se trata de su propia sangre...

Pero la historia de siempre, que comienza siendo una cuestión de honor y de venganza, terminará siendo algo radicalmente distinto. La trama nos depara numerosos quiebros y sorpresas variadas que mantendrán el suspense durante toda la lectura. Además, nos adentraremos en ambientes de los más variado: desde las sórdidas tabernas y los barrios más peligrosos de la carda hasta las exquisiteces palaciegas de los nobles de la Villa y Corte. Y ojo para los seguidores de la saga del Capitán Alatriste, que el autor ha hecho algún que otro guiño a las novelas de Reverte.

Precisamente, el protagonista no dista mucho de ese veterano de las campañas de Flandes, es más, incluso se le puede identificar con él en muchas ocasiones. Esto representa, para mí, uno de los puntos negativos de esta obra. El autor se limita a seguir la linea de este tipo de novelas, con un argumento ya muy machacado y un protagonista que parece que se ha tomado prestado de las novelas revertianas. Pero, si bien el protagonista no aporta nada nuevo al género, el desarrollo de la trama sí que nos mantendrá en vilo, y eso que desde casi el principio ya tenemos claro qué debemos hacer para vengar al hermano del protagonista. Varios intereses de personajes poderosos se cruzan en nuestra empresa, lo cual puede favorecer o perjudicar sobremanera nuestro cometido.

El punto fuerte de la novela son, sin duda, sus personajes. Nunca antes, con excepción de En la corte del rey Minos (librojuego de la serie Crónicas Cretenses), había visto tantos personajes secundarios en un librojuego y con una personalidad tan bien definida. Muchos de ellos hacen que desarrollemos fácilmente ciertos sentimientos hacia ellos. Es el caso, por ejemplo, del joven Conde de Moscoso, cuya cordialidad y buen corazón enseguida provocan nuestra simpatía hacia él; o el del poderoso marqués de Villascusa, cuya aparente omnipotencia y su descarada forma de demostrarla hará que deseemos verle criando malvas (por cierto, que el autor no se acaba de decantar por su nombre, pues a veces lo llama Madrazo y otras Medrano). Como curiosidad, al final del libro se nos presenta un Dramatis Personae en el que se describe sucintamente a cada uno de los personajes que intervienen en la historia.

En el aspecto literario, decir que está especialmente cuidado, acercándose mucho al estilo áspero y directo al que nos tiene acostumbrado el Alatriste de Reverte, con el añadido de numerosas expresiones propias de la época que, más de una vez, harán que consultemos el pequeño glosario que se proporciona al final del libro para saber su significado. Como ocurría en Ángeles Caídos, el autor opta por narrar la historia en primera persona, lo cual representa un acierto por su parte, ya que nos acerca aún más al protagonista y a su forma de ver las cosas. A veces, aunque no siempre, este punto de vista favorece las transiciones entre secciones, pues no se limita a ofrecer fríamente las distintas opciones disponibles, sino que es el propio protagonista el que se pregunta qué hacer (acompañando sus comentarios con el número de sección al que ir entre paréntesis), e incluso se permite opinar sobre las distintas posibilidades.

Creo que merece la pena ofrecer una muestra del estilo utilizado por el autor, y por ello aquí os transcribo el primer párrafo perteneciente a la introducción:

"Llamar taberna a la bayuca que Cazalillas regenta en la calle Primavera siempre me ha parecido excesivo... Bien cierto es que se puede decir, sin dar mala razón, que es la mejor bodega del barrio de Lavapiés. Que tampoco es decir demasiado, porque sirven por este barrio vino que bien podría estar hecho a base de meados de rata y en algunas de sus mancebías la cabalgada a Francia, a por bubas, es cosa hecha. Todo es ironía y doblez por este rincón de la Villa, empezando por el nombre, Lavapiés, que los de por aquí solamente se los lavan cuando llueve, y eso solamente porque no suelen andar con buen calzado."

Adviértanse expresiones como "bayuca" (taberna de mala calidad), "cabalgada a Francia" (coger la sífilis) y "bubas" (sífilis), que proporcionan una magnífica ambientación y hacen que nos metamos de lleno en la vida diaria de la España del siglo XVII.

Podría considerarse que la dificultad de la aventura, a pesar de que el libro consta de 410 párrafos, no pasa de media, aunque puede aumentar si se toman las decisiones equivocadas. Ayuda mucho meterse en la piel de un espadachín a sueldo de la época a la hora de concluir con éxito la historia, lo cual representa otro punto a favor del libro. Desde luego, la ausencia de muertes absurdas (nota dominante en la mayoría de los librojuegos) y la oportunidad que nos suele dar el autor de enmendar nuestros propios fallos hacen probable que podamos llegar a un buen final.

La mecánica del sistema de juego es sencilla, aunque la información de la hoja de personaje puede resultar excesiva para los aficionados a los librojuegos, si bien el lector se puede acostumbrar a ello tras una o dos partidas. El sistema se basa en la tirada de dos dados de seis caras. Se compara el resultado de las tiradas con la puntuación en una de las quince habilidades del personaje. Si se consigue una tirada igual o inferior a la puntuación de la habilidad, se tiene éxito; de lo contrario, se fracasa. A veces la puntuación de las habilidades puede verse modificada antes de una tirada, debiendo sumar o restar una cantidad, dependiendo de la dificultad de la acción a realizar. Cada una de las habilidades se ve afectada por tres características distintas: Cuerpo, Mente y Suerte, cuyas puntuaciones se suman a cada una de ellas. Esto es importante, ya que siempre que el personaje resulta herido debe restar unos puntos determinados de sus características (pudiendo elegir el lector cómo restar estos puntos), lo que se traduce en un descenso en las puntuaciones de las habilidades relacionadas con esas características. Por ejemplo, si el texto nos indica que debemos restarnos cinco puntos, podemos restarnos 2 de Cuerpo, 1 de Mente y 2 de Suerte, reduciéndose de esa forma la puntuación de las habilidades.
El combate se resuelve exactamente igual que con las habilidades. Dependiendo de si usamos los puños, la espada o la pistola, usaremos respectivamente la habilidad de Agilidad, Esgrima o Disparar. Para los enemigos más poderosos necesitaremos tener varios éxitos, mientras que los más enclenques podremos despacharlos con una sola tirada exitosa. Si fallamos la tirada, nos herirán, debiéndonos restar unos determinados puntos de las características; cuando todas ellas lleguen a 0, el personaje morirá. Adviértase que cuantas más heridas tiene un personaje, menos posibilidades tiene de éxito a la hora de usar una habilidad. Además, si el enemigo es difícil de batir somos penalizados con un modificador negativo a nuestra habilidad.
Como se puede comprobar, el sistema es sencillo a la par que elegante, pues consigue cierto nivel de realismo sin ser complejo. Su mejor baza para mí es que el hecho de estar herido reduzca tus posibilidades de éxito, y que esto se refleje en las habilidades con suma facilidad.

Las ilustraciones cumplen bien su cometido. Sin ser excesivamente elaboradas, recrean correctamente el Madrid de los Austrias a través de los personajes. Ellos son, desde luego, los protagonistas en todas las composiciones, ya que el dibujante no se recrea en los fondos, prefiriendo centrarse en las vestimentas en lugar de hacerlo en paisajes, arquitectura y mobiliario. Las ilustraciones pequeñas no son muy numerosas, pero algunas están bien trabajadas y contribuyen a crear un ambiente adecuado.

En conclusión, el libro merece muchísimo la pena, por su trama, sus personajes, su perfecta ambientación y lo ameno de su lectura, que hará que parezca más corto de lo que es. Un libro que representa todo un hito en el formato del libro-juego, pues pocas veces se encuentran en él obras de tanta calidad como esta, y además, que yo sepa es la primera vez que se escribe una novela de capa y espada en este formato. Si te gusta el género, esta es una lectura obligada. En lo que a mí respecta, ya se ha convertido en uno de mis favoritos.

3 comentarios:

J.L.Lopez Morales dijo...

Me alegro que la espera haya valido la pena... Comparto tu opinión sobre el libro, resaltando la calidad de la narración y su transfondo histórico. Para mí, quizás el nivel de dificultad sea demasiado bajo (sólo hje jugado una partida, pero llegué al final y sin recibir ni una sóla herida, y eso que hasta metí alguna gambada que otra). Aún así, cuando vuelva a leerlo (esta semana otro tiento) veré si es que tuve mucha suerte o no.

Juan Pablo dijo...

A mí me cuesta ser objetivo, teniendo en cuenta que me encanta cómo escribe Ricard y, más aún, por mi afición a la historia. Me ha encantado que en el librojuego se refleje cómo funcionaba la sociedad de aquel tiempo, con toda aquella hipocresia, la desproporcionada importancia del honor y ese "aparentar" que daba lugar a tanto cinismo.

¡Ahora le toca a tu Emisario! Estoy deseando tenerlo en mis manos, ver qué cosas has cambiado y cómo lo han ilustrado (por cierto, que cada vez que miro las de El bosque en llamas me gustan más).

Caótico dijo...

¿Me podríais decir cuántas secciones tiene el libro?
Por cierto, creo que todavía está a la venta.

Gracias