viernes, 21 de noviembre de 2008

Capitulum I de Traición

Nosolorol ya ha publicado en su blog el primero de los tres capítulos del librojuego de Aquelarre.

En este capítulo adoptamos el papel de Pedro Puñadas, un alguacil de Córdoba que debe investigar un posible asesinato de un jurado del Concejo. Conforme vaya avanzando en su investigación, Pedro irá descubriendo que detrás de la muerte del jurado hay mucho más de lo que pensaba.

Mientras tanto, ya está en preparación el segundo capítulo, protagonizado por una mujer al-mogawar, Fátima Ibn-Harum, cuya historia enlazará con la de Pedro Puñadas.

Se necesitan dos dados, lápiz y papel (podéis usar los dados que se incluyen en el menú de este blog).


domingo, 16 de noviembre de 2008

El Kinto Kulo de Kalte

Aprovechando que acabo de concluir el relato de Las Cavernas de Kalte, aquí os dejo un contrapunto cómico escrito por mi tocayo Juan Pablo Gumbau, conocido en el mundo librojueguil como Mogaruith. Este hombre es una de las personas que más han hecho en los últimos años por la difusión de los librojuegos en España, currándose él solito la transcripción y maquetación en formato digital de bastantes librojuegos (debe ir ya por unos quince), siendo, junto a otros de los fundadores de la web Gran Maestro Lobo Solitario, uno de los artífices de la recuperación y difusión de la obra de Joe Dever en castellano. Raro es el sitio donde no mete la cabeza el Gran Escriba de Magnamund (así me gusta llamarlo) cuando se trata de un librojuego; incluso ha revisado la aventura interactiva que saldrá en el nuevo manual de Aquelarre.

En este relato suyo, basado en su aventura en el tercer libro de Lobo Solitario, el autor hace gala de un humor fino e ingenioso, mediante el cual critica todo lo criticable de Las cavernas de Kalte y la obra de Dever en general. Para apreciarlo mejor y multiplicar las carcajadas, os sugiero que antes de leerlo juguéis una aventura de este libro.

Mogaruith se hiela el culo a base de bien en las Cavernas de Kalte:

Inhalo una bocanada de aire... Fresco, claro, limpio, unos pequeños matices de rocío primaveral mezclado con el aroma inconfundible del alhelí y el jazmín... mmm, estoy en una mullida cama y puedo notar junto a mí la tibieza de la campesina que comparte mi lecho... no hace falta que la mire, pues conozco cada centímetro de su sonrosada piel, mi recuerdo evoca sus turgentes pechos que suben y bajan meciéndose al ritmo acompasado de su respiración, sus marcadas caderas capaces de moverse a una velocidad que llenaría de envidia a la Reina de la Samba Brasileira (aunque aquí en Magnamund nadie tenga ni idea de qué es eso de la samba brasileira), su dorada cabellera que resplandece como un amanecer cada vez que el sol ilumina su rostro... mmm y ese ligero olorcillo a sudor corporal, provocado sin duda por el más apasionado frenesí sexual al que nos entregamos cada noche para poder satisfacer nuestros más animales instintos... mmm la verdad es que por la intensidad de ese olor anoche debí comportarme como todo un señor del Kai, je, je, no sé si me entendéis...

-¡Anoche! ¿Cómo que anoche? ¡Pero si llevas tres años durmiendo!

¡Eeehhhhhh! ¿Tres años? ¿Pero qué dice esta campesina? Abro los ojos, para descubrir encima de mi cara las ubres de nuestra cabrita de corral, que se ha convertido en toda una señora cabra, y escupiendo del asco me levanto a toda prisa, me pongo mi jubón y mi capa verdes, y me dirijo a todo correr a la cocina donde mi querida labriega (sinónimo de campesina, para que veáis que también domino el vocabulario) se está preparando unos huevos con bacon que quitan el hipo (hagamos un pequeño inciso para recordar que LS es anglosajón). Con el alma en vilo le echo un vistazo al calendario que toda cocina debe tener: Martes 26 de Agosto del 2008. ¿2008? ¡No puede ser! A toda prisa me dirijo al despacho donde tengo el "ordenador" (un pequeño enano de Bor que se encarga de ordenar todas mis facturas) y compruebo la fecha del diploma honorífico que me entregaron por acabar con Zagarna: "A Don Lobo Solitario, en reconocimiento a su asistencia al Curso de Destrucción de los Agentes del Mal y Total Aniquilación de Señores de la Oscuridad. El Rey le considera totalmente apto para este tipo de misiones. Diploma homologado por la AESAR (Agencia Estatal de Sommerlund para los Asuntos del Reino). A 4 de Junio del 2005. Firmado: El Rey". ¡No puede ser! Debo estar aún soñando. Revuelvo en los cajones de mi escritorio hasta encontrar la escritura de propiedad del Monasterio del Kai: "El Rey, siéndolo por gracia divina y acero toledano, resuelve nombrar a Lobo Solitario Conde Fry de Sommerlund, y dado que no tiene donde caerse muerto, le entrega en posesión como su Condado de Frylund las ruinas del Monasterio del Kai y las tierras adyacentes, haciendo responsable a Lobo Solitario de la reconstrucción de dicho Monasterio, así como del pago como tributo a la Corona del 45% de los beneficios que se supone han de obtenerse de dichas tierras, independientemente de que dichos beneficios se consigan o no. Asímismo, cada vez que se presente un marrón de cuidado en las Tierras de Sommerlund, Lobo Solitario queda obligado a hacerse cargo de solucionar dicho marrón, sin que ello suponga ningún gasto adicional para la Corona, salvo lo legalmente estipulado de unas pocas Coronas de oro y un par de objetos de equipo, a elegir entre Armas, Objetos Especiales y Objetos de Mochila. En Holmgard, a 4 de Junio del 2005. Los abajo firmantes: El Rey y Lobo Solitario."

Pues es verdad, realmente he dormido tres años, y no sólo eso, sino que me noto cambiado, como si mis disciplinas del Kai ya no fueran las mismas... Examino mi interior (no me preguntes cómo se hace eso, que lo he hecho sin pensar) y descubro que mis Disciplinas del Kai han cambiado: Alarmado por el recuerdo de mi aventura por el bosque sin Sexto Sentido, constato que esa disciplina aún la domino, así como la del Dominio en el manejo de armas, aunque ahora domino el espadón en lugar de la espada corta, lo que limita mi capacidad para usar el escudo (el espadón es un arma a dos manos). Mierda, +2DC a tomar por saco, con lo bien que venían. Asímismo, la Curación y el Ataque psíquico siguen siendo disciplinas dominadas, pero ya no cuento con la Defensa psíquica, ni la Caza, y en lugar de ellas ahora domino el Camuflaje y el Rastreo. Bueno, más vale eso que nada, ¿no? De repente recuerdo que al haber conseguido acabar otra misión con éxito, puedo añadirme una séptima disciplina (puesto que ahora poseo el rango de Guardián), así que decido recuperar una de mis antiguas disciplinas, y haciendo un enorme esfuerzo mental consiguo... que se me escape una ventosidad bastante ruidosa y apestosa.

-¡Cerdo, más que cerdo! -dice mi encantadora campesina, mientras me persigue por toda la casa escoba en mano, atizándome con ella en la espalda.

Con un salto felino, consiguo encaramarme a lo alto del armario, donde mi amante no llega, para advertir que el salto ha sido de lo más prodigioso incluso para un señor del Kai. Mi neurona monofuncional entra en estado de sobrecalentamiento y llega a la conclusión de que he recuperado mi vieja disciplina de Caza. ¡Hombre, una gran noticia! Así no tendré que preocuparme por conseguir comida en la próxima misión. Aferrándome a esta nueva situación y al hecho de que he conseguido que mi cariñosa labriega me haya perdonado, desciendo del armario con la intención de tomarme un ligero refrigerio: Cochinillo asado, entrecotte de ternera con un poco de foie de oca, pierna de cordero al horno, salmón a la plancha, y de postre unos profiteroles. Comida sana baja en calorías. Apenas he entrado en la cocina y he abierto la puerta de la despensa dispuesto a convertir aquello en un expolio en todo regla, cuando mi hermosa concubina me espeta:

-¡Las manos quietas, que te conozco! Vale que sales de hibernar como si fueras un oso, pero la despensa se queda tal y como está. Si tienes hambre, te coges esas galletitas de soja y vas haciendo boca. Ah, y abre la carta del Rey esa que hay encima de la mesa, que lleva dos años esperando a que te dignes a levantarte.

Sonrojado de vergüenza hasta las orejas, me meto una galletita desustanciada en la boca y rasgo el lacre real de la misiva: "Lobo Solitario, corren noticias de que Vonotar el Traidor se esconde en la fortaleza perdida y helada de Ikaya, en los páramos helados y perdidos en el Kinto Kulo de Kalte. Como comprenderás, el pueblo entero de Sommerlund esta soliviantado ante al idea de que tenga calefacción central y esté cómodamente sentado en el trono del tal Brumalmarc, mientras nosotros nos pelamos el culo de frio aquí en invierno, así que me exigen que lo traiga de vuelta para que sea juzgado por sus crímenes, y de paso, verle padecer un poco de frío. La misión en un principio se la había encomendado al Capitán D'Val, pero me dijo que no podía, que estaba demasiado ocupado recaudando impuestos y que había una campesina por la zona de tu monasterio que le daba problemas y tenía que visitarla muy a menudo, casi diariamente. Fue él quien me recomendó que os encasquetara a vos la misión, aludiendo a la cláusula contractual de vuestra escritura de propiedad, que os obliga a solucionar los marrones que se presenten en el Reino de Sommerlund. Pues bueno, esto es un marrón de cuidado, así que os espero en mi palacio a la mayor brevedad. Firmado: El Rey". Está claro, tengo una nueva misión ante mí, y llego tarde, dos años tarde:

-Cariño, ponme unos bocatas para llevar que tengo que salir a por un mago muy poderoso, que domina la Magia de Ambas Manos (la derecha y la izquierda, claro está), aunque no tengo ni pajotera idea de qué es eso, y que se ha trasladado al Kinto Kulo de Kalte.
-Está bien, mi amor, pero intenta traerte de vuelta un fabuloso tesoro, que tengo un recaudador de impuestos que no hace más que reclamarme el pago todos los días. Y ya no me quedan monedas de oro, así que tendré que empezar a pensar en pagarle de otra forma, ya me entiendes.

¿Recaudador de impuestos... campesina... D'Val... visitas diarias... otro tipo de pago? Mi neurona no da abasto con tanta información superflua. Antes de partir, compruebo el equipo que me quedó de la anterior aventura: Una espada, un espadón, un frasco de Laumspur concentrado (+5R), 22 Coronas de oro (más las veinte que tengo guardadas debajo de la tercera baldosa a la izquierda contando desde el rincón suroriental de la casa, el baldosín suelto debajo de la cama, vamos, y que mi labriega no ha logrado encontrar todavía), el mapa de Sommerlund (que guardo en el mismo baldosín), el medallón de Banedon (ahhh, ¿dónde estará ahora ese guapo rubio teurgo?), la Sommer, el Escudo (+2DC) que no me sirve con el espadón, y la Lanza mágica por si me encuentro algún helghast inesperado y no me apetece desenvainar la Sommer (a pesar de que duplica el daño contra criaturas de ultratumba como los helghast, pero es que soy muy rarito, oye). En fin, lo tengo todo. Un beso en los morretes a mi campesina, recojo los bocatas y salgo a todo galope en dirección a Holmgard, mientras mi hermosa compañera de cama me despide con la mano y mira de reojo hacia el huerto de atrás, enarcando las cejas como si estuviera diciéndole a alguien que permanezca todavía escondido. ¡Mira que es guasona!

Cabalgando como las pesadillas del infierno, mi caballo y yo nos presentamos en la capital de Holmgard, y antes de que el Rey me eche una bronca por llegar dos años tarde, realizo un complicado hechizo espacio-temporal que hace que todo el mundo crea que sólo ha pasado un año desde la derrota de Zagarna (sí, es un libro-juego y puedo hacer hechizos espacio-temporales, ¡qué pasa!). Sin mayor dilación me presento ante el Rey, el cual me comunica que dado que el Capitán D'Val está fuera "de servicio" y que mi misión es en los páramos helados y perdidos en el Kinto Kulo de Kalte, lo mejor será que me vaya a Anskaven y que allí me aprovisionen del equipo necesario para llevar a cabo con éxito mi misión. Sintiéndome como si se hubiesen querido desembarazar de mí, parto raudo hacia el Norte, donde llego por fin al puerto de Anskaven. Tras mucho discutir, y mucho pelear, logro convencer al alcalde de Anskaven, bajo promesa de que si le envía el recibo al Rey él se lo pagará, para que me provea de: equipo completo para pasar del frio en Kalte (botas, túnica, capa, manoplas y hasta un gorrito de lana de lo más cuco), un poco de oro (13 Coronas, que junto a las 22 que llevo yo hacen un total de... no sé, muchas Coronas de oro, que mi neurona no da para más), y como siempre dos objetos a elegir de entre los muchos que me ofrecen y que no van a necesitar. Tras mucho pensar, escojo una cota de cuero (que me da +2R) y una poción de Laumspur (+4R). Esta vez he decidido no coger comida, porque como tengo la disciplina de caza, no me hará falta.... Sigo leyendo un poco más, hasta el apartado "Como utilizar tu equipo" epígrafe "Comida": "Blablablablá. Como Kalte es un desierto helado, no podrás recurrir a la Discilplina Kai de la Caza para procurarte comida." ¡Qué! ¡Cómo! ¡Cuándo! ¿Por qué? ¿No podríais haber puesto esto un poquito antes? Así hubiese elegido algo de comida, en vez de ir pelado sin nada. Menos mal que en el trineo hay papeo de sobra (Nota mental: Robar algo de comida del trineo cuando nadie me vea, y meterla en la mochila). En fin, tras mucho rollo de niveles del Kai, y Sabiduría del Kai que puñetera falta me hace, al fin logro llegar a la temida Sección 1 (¿Quieres decir que todo el rollo este que has soltado sólo era la introducción? ¡Que tío más pesao, por favor!)


Los páramos helados y perdidos en el Kinto Kulo de Kalte:

Sección 1: Los preparativos de mi viaje habían comenzado antes de que aceptara mi misión, lo cual dice mucho de mi capacidad para decir "no". En cuanto a lo demás, pues lo de siempre: misión altamente secreta, me han de dejar en el Promontorio de Halle (Berry, ya quisiera yo), me proporcionan tres guías y dos trineos, cargados hasta los topes de comida y otros útiles necesarios para la supervivencia en los hielos eternos de Kalte. Lo que hay que hacer: Atravesar el infierno de hielo, penetrar en la fortalezz de Ikaya, que no tiene puerta conocida, atravesar todos los peligros que la fortaleza ponga a mi alcance, capturar a Vonotar, un mago capaz de masacrar a toda la Orden del Kai, traerlo de vuelta al barco, y todo eso en el plazo de treinta días, o si no, me dejan tirado como una colilla y ya me apañaré yo para volver, por tardón. Algo sencillito. ¡La madre que los parió! ¿Y por qué no van ellos, hacen todo eso, y mientras les espero yo aquí, tocando la guitarra y fumándome un cilindrín? Joer con el Dever, que manera de alentar al personal. En fin, para resumir, que aquí hace un frio que pela, y para colmo de males, como soy un gafe proverbial, mi barco me deja unas treinta millas más allá de donde debería (empezamos bien). Los guías no las tienen todas consigo, pero me tienen que indicar el camino, así que se jodan. A ver, ¿para dónde hay que ir? Primera disyuntiva, camino largo y fácil o corto y difícil. Mmmmm, conociendo lo que entiende Dever de fácil y difícil, creo que iré por el largo y fácil, que será un puteo sostenido, pero no la muerte más absoluta (eso y que ya me he hecho el desglose del libro antes, juas, juas). Hala, pon en marcha a los perros hacia la Llanura de Hrod y el desfiladero de la Tempestad.

Tras el día de marcha, gracias a mi Sexto Sentido consigo dormir como un lirón toda la noche, y a la mañana siguiente... otra ración de hielos hasta llegar a Dwayne "La Roca" Johnson (más conocido como el Rey Escorpión), donde hacemos un alto en el camino y la Suerte (un 1 en el dadito) dicta que al día siguiente nos topemos con tres baknars, unos bichos que parecen bueyes, pero que son fáciles de liquidar si eres un digno poseedor de la Sommer (-4PR). Tras cargarme yo a uno y ahuyentar los guias a los otros dos, comienzan a destripar al bicho muerto y a untarse el cuerpo con su grasa, argumentando que es un gran aislante del frio, pero yo que soy muy aprensivo, paso de hacer guarradas con mi cuerpo, prefiero que sean otras las que lo hagan. Así que para no soportar la peste que echan los guías a bicho muerto, me hago la guardia de la noche (vaya héroe de pacotilla, que se tiene que comer las guardias chusqueras). En fin, tras tres días de plácida marcha por la Llanura de Hrod, nos topamos con unos bárbaros de los hielos con malas pulgas. Para hacer honor a mi apodo (Lobo "Gafe" Solitario), mis tres guías caen abatidos por las flechas de los bárbaros en apenas una sección (economía de espacio de Mr Dever) y yo me veo batiéndome el cobre con toda la groupe de bárbaros y niños colgados a la espalda (vaya cosas más raras que se le ocurren a este hombre, por Dios) cual canguros invertidos. Total, que como yo soy más de dar candela que de salir por patas, me planto delante del bárbaro y le digo: "Eh, tú, pisha, a que no tiés güevos de jugártelo todo conmigo aun solo asalto, en lugá de esperá a que vengan tuj compis y acribiyarme a fleshazos". De todo el mundo es sabido el proverbial orgullo de los bárbaros de los hielos, que no son capaces de dejar pasar una oportunidad de matar a un insolente con sus propias manos en lugar de hacerlo en manada y aprovechándose de la ventaja que confiere el ir en grupo. Así que ni corto ni perezoso, el bárbaro en cuestión se lanza en un ataque frenético a un sólo golpe contra todo un Señor del Kai armado con una espada capaz de acabar con un Señor de la Oscuridad en un solo pestañeo. El dadito manda (saco un 7 con una ventaja de +9) y determina que casi lo mando al otro barrio de un solo espadazo mientras yo salgo sin un solo rasguño. Si es que hace falta ser tonto, la verdad. La leche es de tal magnitud, que el niño sale del saco volando por los aires y va a caer a mis pies, así que sin pensarlo dos veces, lo agarro por el cuello, le quito el puñal (gracias Sexto Sentido), se lo pongo al cuello y saco mi voz más macarra: "Quieto tol mundo o a este niño lo desangro aquí mismo como si fuera un cerdo en pleno San Martín" A pesar de que los bárbaros no conocen el santoral sommerlundés, el puñal en el cuello del niño deja bien claras mis intenciones, así que se conforman con gruñirme un poco y esperar a mi próximo movimiento. Verdad que he dicho antes que soy más de dar candela que de salir por patas... pues bien, me retracto ahora mismo de lo dicho: Viendo el cariz que está tomando todo esto, descargo el trineo de todo el papeo, tiendas y demás utensilios (nota mental: Mierda, no me he acordado de robar el papeo y ponerlo en la mochila), y en el último momento suelto al niño y salgo disparado con el trineo poniendo tierra de por medio entre mí y los dos bárbaros que se deciden a perseguirme, mientras no dejo de preguntarme por qué mis guías han muerto tan rápido atravesados por las flechas y a mí no me ha dado ni una de todas las que me han disparado. Cae la noche, estoy perdido en el hielo, no tengo mantas, no tengo comida, no tengo tienda donde guarecerme, y encima parece que se va a desatar una tempestad nocturna: la cosa pinta muy mal, la verdad, así que confío en mi disciplina de Rastreo para que me guie en la búsqueda de una gruta que me guarezca del frio y el Kai proveerá (porque lo que es mi mochila o mi disciplina de Caza, quiá). Total, que la dichoas gruta la tengo a cien metritos (también es coña, oye), así que entro como un vendaval y me caigo por la grieta que hay en el suelo (¿a que soy gafe?) dandome un ostión increible, del que no pierdo PR, y esquivando todas la puntiguadas estalagmitas (sí las que crecen desde el suelo, no las otras) y afilados trozos de hielo que hay repartidos por todo el suelo (pues va a ser que no soy tan gafe).

Las bien iluminadas y heladas Kavernas de Kalte:

En el suelo veo otra grieta de la que sale luz, y sin pensármelo dos veces (total, qué tengo que perder) me meto en ella para aterrizar en una inmensa caverna: Las famosas Kavernas del Kinto Kulo de Kalte, una red de túneles y cuevas que hay por debajo de los hielos (¿y por qué nadie me cuenta todas estas cosas antes? Me hubiera ahorrado un montón de frío y problemas, la verdad) iluminadas por lampáras de M'lare (una versión antigua de la electricidad) que no se apagan nunca, y con calefacción central a gas butano (o tal vez no, quien sabe, porque sigue haciendo frio que hiela las ideas, y yo no me quito las manoplas y el gorro ni de coña). Bueno, pues ahora a la fortaleza. Saco mi brújula de regalo del Bricomanía, apunta al norte, y me pego una caminata hasta llegar a un río subterráneo que hay que cruzar y que cruzo como un figurín saltando de bloque en bloque de hielo gracias a mi disciplina de Caza (para algo tendría que servir, ya que no me da papeo, coño) para volver a pegarme otra caminta de no se cuántas horas en dirección siempre norte. Todo esto hasta que un olorcillo a carne asada hace que mi espíritu me abandone y vaya por su cuenta en dirección al asado. ¡Hmmmm, pero qué jambre tengo! A todo correr voy como una exhalación guiándome con mi nariz hacia la carne asada y penetro en una gruta donde hay dos viejos haciéndose una torrá con un hornillo portátil en forma de Esfera de Fuego. Tiene pinta (según la ilu del maestro Chalk) de ser dos viejos bárbaros, así que saco el espadón (no son demasiado fuertes y tampoco hay que cebarse) y los hago trocitos (-3PR). Tengo tanta hambre que sería capaz de comerme un jabalí entero, así que mientras registro los cadáveres sopeso la posibilidad de torrarme un par de bárbaros, pero es que a mí eso de ser antropófago no me va demasiado, así que me conformo con el conejo de los hielos ese que se estaban torrando. De paso me llevo una cadenita con un Triangulito Azul y la Esfera esa de Fuego, por si me encuentro algún que otro conejo más. Saciado el apetito, me pongo en marcha, pero claro, me entra modorra y me sobo en medio del tunel. Tras unas cuantas horas y después de quitarme la baba de los labios, sigo andando (joer, esto es más grande que el famoso Plano Astral del Pip) por en medio de grutas y túneles hasta llegar a una cornisa, donde una serpiente de dos cabezas (un javek) me toma por su almuerzo, asi que saco mi hornillo portátil y le espeto: "Hala, ven pacá, que con el conejo no he tenido bastante y tengo ganas de probar el reptil asado." Claro, ante tamaña amenaza, la serpiente se acojona y se pira por donde ha venido y me deja a mí con las ganas de hacerme un buen piscolabis a su costa. Así que no me queda más remedio que seguir andando y andando hasta toparme con un gruta enorme con un agujero en su techo, por el que corre un frío que pela. Probablemente sea la superficie de los páramos helados de Kalte, pero yo paso de volver a subir, que bastante me ha costado bajar, así que sigo buscando una salida de este laberinto interminable de túneles y cuevas (estos Ancianos, capaces de hacer lámparas que duran toda la vida, y son incapaces de pensar en un tranvía o en un bus turístico que te lleve por la Kavernas de Kalte. Si los pilla el alcalde de Madriz, los pone finos, oyes). Total que después de mucho caminar, llego a una bifurcación con un montón de huellas de baknar (gracias Rastreo), pero no tengo claro por cual de los dos túneles tirar, así que me paro a pensar, olisqueo los túneles como si fuera el Gandalf en Moria, pero ni por esas, y finalmente decido que el Dever es un tío muy de izquierdas (no sé por qué, pero con él es así, todos los caminos buenos suelen ser yendo a la izquierda, es mi truco particular con Dever), así que enfilo por ese túnel y, oh, llego a la entrada a Ikaya, aunque esos huesecillos que hay en el suelo de la cueva no inspiran demasida confianza. Desconfiado por naturaleza, me paro a examinarlos hasta encontrar una pequeña caja de hueso, y dentro hallo.... un Diamante enorme cuyo valor en Sommerlund sería de miles de Coronas de oro.

-Je, me sé de alguien que se va a poner muy contento.

Satisfecha mi curiosidad, enfilo para la puerta cuando se alza ante mí una serpiente de cristal camuflada (ya sabía yo que por aquí tendría que haber alguna trampa), que pretende convertirme en otro montón de huesecillos esparcidos por el suelo de su guarida. Pero claro, yo soy un Señor del Kai, el elegido de los dioses, el único superviviente de la masacre de mi Orden, soy la rehostia en vinagreta, así que desenfundo la Sommer, y empiezo a rajar, cortar y despedazar todo trocito de cristal que se ponga al alcance de mi espada (-1R) consiguiendo a cambio que el bicho se desintegre y sólo deje una Llave de Plata, que a buen seguro le encontraré alguna utilidad. Al cogerla, los ácidos del estómago del bicho muerto me provocan urticaria (-1PR), así que limpio la llave con nieve antes de guardarla en mi bolsillo. Ya franco el camino hacia la puerta, me detengo a examinarla y constato que no tiene cerradura, por lo que veo difícil el poder abrirla. Rebusco en mi mente todas las leyendas que he escuchado y reparo en la de un tal Indiana Jones, que cuando no tenía muy claro que hacer, se sentaba en una silla, o se apoyaba en una pared, y la respuesta se presentaba por sí sola. Invocando el espíritu de Steven Spielberg (que no sé quien es, pero queda guay como nombre de alguien que evoque inspiración) me apoyo en la pared al lado de la puerta, y de repente un bloque de piedra se hunde dejando al descubierto una muesca triangular en la pared. Mi neurona monofuncional detecta que ése es el mecanismo que abrirá la puerta, pero necesito algo que encaje en esa abertura. Si presto atención, puedo escuchar como la neurona cruje, se retuerce, emite unos chirriditos y encaja engranajes mientras trabaja en la respuesta a este gran enigma. Suerte que Mr Dever ya previó que yo no sería muy listo, así que en su preguntra del renglón siguiente dejó muy claro qué es lo que había que hacer: ¿Tienes un Triangulo Azul de Piedra? Claro que sí, lo llevo colgado al cuello de una cadenita. Ni corto ni perezoso, introduzco el Triángulo en su ranura y la puerta comienza a abrirse, pero de repente se para y comienza a cerrarse de nuevo. Estas cerraduras viejas, que nunca van bien. Con un salto felino me introduzco entre sus jambas y penetro en la fortaleza de Ikaya justo a tiempo para escuchar como se cierra la puerta detrás de mí, y un sonoro golpe seguido de un pequeño aullido de lamento, como si una especie de perro se hubiera estampado contra la puerta, nada más cerrarse. Sin saber que ha podido pasar, me encojo de hombros, y proisgo adelante. Ya sólo me queda encontrar a Vonotar, atraparlo y traerlo de vuelta hasta el barco, atravesando cientos de kilómetros de hielo sin trineo, ni útiles de superviviencia, ni víveres. ¡Minucias!


La bien iluminada y calefactada Fortaleza de Ikaya:

Está claro, que los Ancianos dominaban eso del gas butano, porque dentro de la fortaleza se está ya más o menos calentito, lo cual muestra a todas luces que posee calefacción central (además de un sellado de puertas y ventanas bastante aceptable, controlado sin duda por los triangulitos azules esos), así que me despojo de mis capas cebollescas y comienzo a investigar por lo que parece ser el vertedero, ya que está todo lleno de cosas rotas y tiradas por el suelo. Allí me encuentro con una cuerda, que a pesar de su volumen (2 espacios de mochila) me llevo, pues como dice Samsagaz Gamyi, siempre es importante llevar una cuerda, pues nunca se sabe cuando se puede utilizar. Ya más tranquilo, pues llevo una cuerda en mi equipo, continuo investigando por la fortaleza, hasta llegar a unas escaleras, por las que subo. El esfuerzo de subir escalones me ha abierto el apetito, pero como aquí no hay comida de ningún tipo (muchas gracias, mierda de disciplina de Caza) y yo no tengo tampoco nada en la mochila (muchas gracias, mierda de memoria por no acordarme de pillar la del trineo) pues me tengo que fastidiar y perder -3PR, que mi disciplina de Curación no logrará reponer. Cabreado por que estoy hambriento, llego a una bifurcación, donde se me da a elegir entre dirección este u oeste. Apelando al criterio establecido anteriormente de que todos los caminos buenos llevan a la izquierda (recordadlo en tiempo de elecciones), enfilo por el túnel del oeste hasta llegar a una puerta cerrada. Estoy seguro de que algo bueno me espera tras esa puerta, mi intuición me lo dice, así que acciono la palanca de apertura de la puerta y entro en lo que parece ser la farmacia del complejo. ¡Droooooooooooogaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssss! En mi cabeza Ximo Bayo no deja de martillearme con su: "Cuatro ruedas tiene mi coche, cuatro pastillas me como esta noche" o el más que famoso "Bombas, bombas, ¿qué pasa?" o el archiconocido "Exta sí, exta no, esta pastilla me la tomo yo". No puedo dejar de evocar aquellas alocadas noches de juerga en el "Spook Kai Factory" o en el "Monasterio Chocolate", las orgías opiáceas del "AKaiTV" o del "Barrakai", incluso algunos desenfrenos en el "Don Kai Xulio" o con aquellos iniciados travestidos del "Puzzleishir", por no hablar de los festivales sexuales, yendo totalmente colocados, con las discípulas más viciosas del Monasterio en el glorioso "Sun Espiral Tower". Mis venas comienzan a temblar de excitación ante la perspectiva de hincharse con orgullo de pociones de Laumspur adulterado, rayitas de Alethergamiento, o incluso algún tirito de polén de Oede. Incluso si tengo algo de suerte, puede que caiga algún chute de Agdana vassagonia, que ya sería el súmum. Rebuscando como un poseso entre los frascos consigo hacerme al final con una poción de Laumspur concentrado (+5PR) sin adulterar, una de Alether (+4DC), y una poción somnífera de Hierba de Horca, dejando atrás una poción negra, que me dio muy mal rollo (y eso que yo soy capaz de meterme hasta lo más tirado). Ya feliz, pues en mi mochila llevo drogas, continuo mi camino en busca de Vonotar. El corredor me lleva hasta una puerta cerrada y unas escaleras al fondo, que sin duda conducirán a la zona VIP de la fortaleza, pero la puerta me llama poderosamente la atención. ¿Y si aquí guardaran las drogas más cañeras? Con los ojos desorbitados de placer ante la idea de meterme algo más fuerte, abro la puerta con cuidado para entrar en una cámara fría y húmeda, donde sólo hay un cofrecito de plata. ¡Qué decepción! Ni siquiera unos míseros "trippies" en papel maché. Sólo una mierda de cofrecillo de plata. En fin, que me dispongo a salir de la estancia cuando mi neurona monofuncional comienza a rascar como un disco duro de 20 Mb: "¡Que tienes una Llave de Plata! ¡Que tienes una Llave de Plata! ¿Y si encaja en este cofre?" Total, por no dejar que mi conciencia me reconcoma todo el camino, saco la Llave de Plata de mi bolsillo, e intento introducirla en el cofrecillo. Para mi sorpresa, encaja perfectamente, y no sólo eso, sino que además gira en la cerradura y hace un "clic", inconfundible señal de que el cofre se ha abierto. Sin salir de mi asombro, compruebo que en el interior del cofrecillo hay un Yelmo de Plata, que por su aspecto bien podría haber pertenecido a Leónidas, el famoso espartano de las Termópilas (¿Que no sabéis quién es ese tal Leónidas? Pues id a ver "300" coñe). Total, que decido ponérmelo y constato, que efectivamente perteneció a Leónidas, ya que me otorga un +2DC, lo cual explica cómo pudieron Leónidas y sus 300 hoplitas, más unos cuantos griegos (unos 5500 más, según la wikipedia, jeje) dar candela fina a un ejercito de más de 200.000 persas, hasta que al final se lo pasaron por la piedra (al tal Leónidas, claro está). En fin, que me voy por las ramas, que me llevo el Yelmo de Plata de lo más contento, y llego hasta las escaleras, para comenzar a subirlas. No sé si os he dicho que además de gafe, soy un poco miope, porque al intentar detectar algo en la escalera, a pesar de que al poseer las disciplinas de Caza y Sexto Sentido me añado 3 puntos al total del dadito y sólo necesito 5 puntitos para detectarlo, pues no consigo verlo (saco un 1), así que llego hasta el final de las escaleras donde me topo con una puerta con mirilla, desde la que veo unos pocos lobos malditos durmiendo junto a un bárbaro de los hielos. Estoy a punto de hacer uso de mi disciplina de Caza para pasar entre los lobos, cuando una voz en mi interior, proviniente del pasado, comienza a decirme: "Pero serás gilipollas, que no has visto la puerta secreta en las escaleras. ¿Qué pasa, que no leemos los destripes exhaustivos que otros se curran para tí? ¡Desagradecido! ¿No te acuerdas de que tienes que pasar por el templo de los Ancianos para pillar la efigie esa molona del bicho de la última pantalla? ¿O como piensas pulírtelo, a golpe de Sommer? Vamos capullo, tira para atrás y vuelve a mitad de la escalera, so payaso." Está claro que una voz capaz de insultarme de forma tan airada no puede ser desoida ni desobedecida, puesto que las consecuencias podrían ser fatales, así que cabizbajo y un poco triste porque quería jugar un ratito con los tres perritos esos tan monos, tiro para atrás a las escaleras en busca de la famosa puerta secreta esa.

Os he dicho que soy miope, ¿verdad? Pues la verdad es que soy más bien del tipo cegato, porque incluso sabiendo que hay una puerta en medio de las escaleras, necesito caerme de espaldas para poder verla. Total, que frotándome un poco la coronilla debido al cascorro que me acabo de dar, tiro de la palanquita de apertura y penetro en una sala donde hace un frío que pela (natural, si la entrada está tan bien disimulada, cómo van a llegar los técnicos de instalación de la calefacción central). Al instante, como si fuera una película en blanco y negro (lo cual quiere decir que el protagonista está recordando algo) o una versión de KyleXY, un recuerdo se forma en mi mente y me cuenta una historia de "La puerta de Vagadyn" una especie de portal entre Magnamund y el mundo de los demonios de hielo (¿a qué esto da para un buen relato? A punto estuve de hacerlo para aquel concurso de relatos en el sitio ése innombrable de dónde venimos), que éstos cruzaban para que los Ancianos los convirtieran en cristalitos que utilizaban como bombillas para las lámparas eternas de M'lare (ahora sabemos el secreto de Lewis Hamilton y su McLaren: Utilizan demonios de los hielos para dar potencia al motor de su F1, que lo sepáis). La historia también me cuenta que si se libera a un demonio de los hielos, dado que éstos no tienen ni forma ni esencia y son sólo energía pura, pues el demonio intentará adueñarse del cuerpo del libertador. Vamos, que no vaya rompiendo lamparitas por ahí. Fundido en negro, fin del recuerdo y de vuelta a la realidad. Bueno, está claro lo que tengo que hacer, ¿no? A la primera oportunidad que tenga, a romper la prisión del demonio de los hielos y a por él, que es una pila de tropecientos watios andante (verás qué alegría se lleva el "ordenador" cuando vea que disminuye la factura de la luz). Con esta idea en la cabeza me interno en el templo donde puedo ver que en el altar hay una estatua rara hecha de piedra pulida (¿Qué te juegas conmigo a que esa estatua es la prisión de uno de esos demonios energéticos), así que ni corto ni perezoso me dirijo hacia la estatua pisando sólo sobre las baldosas de piedra, que no quiero poner sobreaviso al demonio (está claro que las baldosas de cuarzo = cristal son una especie de baldosas trampa para poner el templo patas arriba, según cuenta la Leyenda de Indiana Jones en Busca del Arca Perdida), y una vez llegado a su vera sonrío, saco la Sommer, y me preparo a desatar el Kaos. ¡Claaaaankkkkkk! El cristal de la estatua salta hecho pedazos después de que el mandoble de la Sommer haya sido del género destrozacabezas, y de repente sale de su interior un torbellino de frío (ahora comienzo a entender todos los dibujitos esos de ciclones y formas humanas que llevo viendo por las paredes de la fortaleza todo el rato), que me empieza a congelar hasta los cataplines. Mientras pierdo -2PR, que la Curación tampoco va a recuperar me acuerdo de mí diciéndole a los guías: "¡Aaaj, qué asco! ¿Cómo podéis untaros la grasa de vaca esa apestosa por el cuerpo? Mira que sois guarros." Sí, sí, apestosa, pero buena falta que me hace a mí ahora. En fín, dado que el torbellino éste no tiene ganas de calentarse, que en el templo ya he dicho que no hay calefacción central, que tengo la Sommer en la mano y que es una espada capaz de absorber las energías dirigidas contra su poseedor, lo mejor será que empiece a hacer algo de ejercicio, así que le suelto una estocada letal al demonio, y la Sommer, que tiene hambre, comienza a succionarle toda su energía como si fuera un chupóptero, en lugar de ser una espada. ¡Para que luego me diga que nunca le doy nada de almuerzo! Una vez saciado el apetito de la Sommer, examino los restos de la estatua y me fijo en que han aparecido dos botones, uno a la izquierda y otro a la derecha. Mi Sexto Sentido me dice que si aprieto los botones de la forma correcta, se abrirá un compartimento secreto, pero si lo hago de forma incorrecta puedo activar una trampa. Una trampa, una trampa, pero qué clase de aventurero soy yo si dejo que una mísera trampa me detenga. Sin dudarlo ni un instante, aprieto los botones siguiendo el orden natural del comunista de Mr Dever, y consigo una estatuilla de un bicho feísimo con tentáculos (mira qué bien, ya tengo un souvenir para mi casa: "Recuerdo de Ikaya en Kalte". No es como un platito de esos, pero quedará bien en el saloncito). Aquí ya no queda más que hacer (los botones ya no van), así que salgo por la otra puerta, que se cierrra con la palanquita, a otro túnel oscuro que sí tiene instalada la calefacción (ay, que gustirrinín), desde el que se ve una lucecita a lo lejos.

Guiándome por esa luz llego hasta una abertura en el suelo que conduce a un corredor inferior, pero algo me dice que el trono del Brumalmarc tiene que estar por aquí arriba, así que sigo adelante a oscuras hasta que encuentro una nueva abertura con un poco de luz. Curioso por naturaleza hecho un vistazo y veo un tipo de rodillas ahí abajo, encerrado entre los límites de un pentáculo (una estrella de 5 puntas, para quien no lo sepa). Voz en off: Llegados a este punto, todo el mundo sabe que si hay algo encerrado entre los límites de una estrella de 5 puntas, o bien es un demonio, o bien una criatura demoníaca, es una ley de la fantasía que esto sea así. No valen ni estrellas de 6 puntas, ni de 8, tiene que ser de 5 puntas. Ahora bien, la pregunta que hay que hacerse es: ¿Voy a dejar aquí encerrada en un pentáculo mágico a una criatura demoníaca sabiendo que el único mago conocido en Ikaya es Vonotar, y que me lo he de llevar conmigo? ¿Dejaré que una criatura demoníaca pulule por la fortaleza de los hielos, mientras el resto de Magnamund vive ignorante de su presencia?¿O es mi deber moral acabar con ella, antes de que alguien la libere en un descuido y se monte una buena? ¿Soy o no soy un servidor del Bien? ¿Irán bien las paredes de color pistacho con mi capa y jubón del Kai? Son muchas las preguntas que hay que hacerse, y mi neurona monofuncional no es capaz ni de plantearse siquiera una de todas estas. Fin de la voz en off. ¿Puedo ya continuar? ¿Está satisfecha ya la voz en off de su momento de gloria? Gracias... continuemos. Confiado en que este pobre hombre realmente sea un desdichado atrapado por los malvados bárbaros de los hielos comandados por Vonotar, procedo a llamarlo a gritos y después de las presentaciones corteses: "Hola soy Lobo Solitario, héroe de alquiler" "Muy buenas, yo soy Tygon, mercader de Ragadorn, atrapado por los bárbaros de los hielos, para servirle" (Voz en off: ¿Mercader de Ragadorn? Pero si aquello es un antro de ladrones y miserables marineros; no habría allí un mercader ni aunque se equivocara. Esto tienes que ser una trampa, seguro). Ejem, ejem, le ruego a la voz en off que deje de interrumpir mi relato. Pues eso, que después de las presentaciones corteses, como soy un ser todo bondad, me ofrezco solidario a tenderle una Cuerda (veis como siempre hay que tener una cuerda a mano) y a sacarle de la celda esa, y él me lo paga conviertiéndose en un helghast (Voz en off: Véis como llevaba razón: criatura demoníaca, trampa, todo...) Bueno, ¡ya está bien! Que alguien saque a la voz en off, pero a la de ya. Pequeño intervalo, en el que dos gorilas se acercan a la voz en off, y amablemente le piden que le acompañen a la salida. Se restaura la normalidad. Bien, ¿por dónde iba? Ah sí, se convierte en un helghast y aferra mi garganta arrancándome -6PR con su toque abrasador. Menos mal, que tengo la Sommer siempre a punto, y con un espazado certero (un 9 en el dadito con un +7 y duplicando los PR que pierde el helghast) consigo salir del combate con sólo una pérdida de -2PR provocados por su Ataque psíquico. Estoy un poco tocado, así que considero que éste es un buen momento para tomarse un gintonic mezclado con Laumspur concentrado, que me devuelve +5PR en un santiamén. Notando como el Laumspur sana mis heridas y el gintonic nubla mi mente (eso, eso, una sóla neurona que tienes y tú dándole alcohol. ¡Desaprensivo!) sigo adelante y desciendo por una escalera, que parece que es la única salida de aquí (sección 166, para el que se haya perdido) y que me lleva a un nuevo túnel. Pero esta vez, mi mano (porque aún no la he visto) roza una palanquita, y me percato de que hay otra puerta secreta. Así que me cuelo por ella y voy a parar hasta un corredor bien iluminado en cuyo final hay otra puerta con mirillas, por la que veo a otro viejo acurrucado en un rincón. Con el helghast todavía en mente, me aseguro bien de que esta vez no haya ningún pentáculo, y observando con atención, me fijo en que lleva una túnica, que quitando la enorme cantidad de mugre e hilos sueltos, se parece mucho a la de mi amigo Banedon (ahhh, ¿dónde andará ese joven, guapo y rubio teúrgo, mientras yo me hielo el culo aquí en Ikaya?¿He dicho Banedon y culo en la misma frase? Uy, en qué estaré yo pensando), por lo que deduzco que, o bien este tipo es un mago de Torán, o bien es un helghast disfrazado de un mago de Torán. Sea como sea, me armo de valor y abro la puerta para enfrentarme con lo que sea que me aguarde dentro.

Loi-Kymar, Vonotar, y otras hierbas del mismo costal:

Nada más abrir la puerta de la celda, el viejo flipa en colores al ver que soy un señor del Kai, y se apresura a identificarse como Loi-Kymar, un anciano del Gremio de Toran. Cómo yo tengo todavía muy reciente el encuentro con el helghast le obligo a que demuestre que es quién dice ser, y cómo él se me ofende, saco de su funda a la Sommer, todavía con restos de sangre viscosa de helghast pegados en ella, y se la pongo bajo el gaznate, mientras le explico las propiedades curativas de mi espada: quita el hastío, las ganas de ponerse chulito conmigo y elimina cualquier tipo de ofensa que pudiese haber sido contraída. Claramente convencido por mi poderoso argumento, y muy despacito, saca de su túnica andrajosa una cadenita de la que cuelga un medallón con forma de estrella de cristal, que inmediatamente me trae a la memoria unos gratos recuerdos (¡Ay, bandido, que me robaste el alma!). Satisfecho con su demostración, retiro mi espada de su carótida, y él me cuenta que Vonotar le obligó a utilizar una especie de varita teletransportadora para llevarlos a ambos a Ikaya, amenazando para ello a su familia, y que desde entonces lo tiene encerrado para que le revele los secretos de dicha varita, que por cierto se llama la "Cruz del Gremio" (esto demuestra que Vonotar no es demasiado listo, más que nada, porque se podría haber traído a alguien de la familia de Loi como rehén, y así hubiese resultado una extorsión más efectiva, pero el guión es de Mr Dever, así que yo no me voy a meter). La verdad, es que esa Cruz del Gremio me vendría que ni pintada para volver al barco con el Vonotar, sin necesidad de hacer el camino de retorno (veis como al final el Kai provee. Tanto preocuparos de cómo volver sin trineo, ni utensilios, ni víveres, y el Dever lo soluciona todo con un mago encerrado capaz de utilizar un trasto de teletransporte. Ahora que lo pienso, si tenían ese cacharro teletransportador, ya se lo podían haber currado antes para haber teletransportado a alguien desde Torán al Monasterio y avisar de la llegada de los Señores de la Oscuridad, en lugar de enviar a un mago inexperto a pie por un camino lleno de giaks, aunque yo personalmente jamás podré estar más contento de esa decisión, o podrían haberme llevado a Hammerdal sin necesidad de tanto viaje en barco, diligencia y por el Tarnalin, pero en fín, los aliados son así, te prestan ayuda en la forma que ellos consideran más conveniente en lugar de hacerlo de la forma más eficaz). Como si estuviese leyendo mis pensamientos (de lo cual creo que es capaz) el viejo éste se apresura a decirme que sólo él sabe cómo hacer funcionar la Cruz de Hierro ésa y que si le ayudo a recuperarla me llevará de vuelta al barco (supongo que estará acojonado de que lo deje aquí, y me presiona un poco). Tras comentarle mi fama de gafe, y asegurarme él que tiene medios para poder contrarrestar esos nefastos efectos, nos ponemos en marcha. Bien pronto descubro que además de viejo también resulta un buen guía, pues a pesar de no haber podido conseguir salir de la celda (que no he tenido que forzar en ningún momento) ha sido capaz de, por los ruiditos que hace la gente al transitar por la fortaleza, conocer la situación exacta de todas las habitaciones y puertas secretas que llevan a nuestro destino (Voz en off: Pfffff, menos mal que esto es para críos, porque semejante mentira no hay quien se la endilgue). A ver, ¿no habíamos echado a la voz en off fuera? ¿Qué cojones hace aquí otra vez? Voz en off: Vale, vale, ya me callo (fin voz en off). Bien, como iba diciendo, impresionado por la habilidad adquirida por mi guía y compañero, dejo que me lleve por corredores secretos, escaleras y diversas estancias, hasta que por fín llegamos a la Sala del Trono, donde Vonotar espera totalmente ignorante del destino que le aguarda bajo el filo de mi espada que....

-Eestoooo, a ver cómo te lo digo: no estamos en la Sala del Trono.
-¿Cómo? ¿No me habías dicho que conocías todos los pasadizos secretos y todas las estancias y todas las...?
-Sí, sí, pero es que de repente me ha entrado hambre y he pensado en dar un pequeño rodeo. Estamos en las cocinas.
-¡En las cocinas! ¡Y a mí que cojones se me ha perdido en las cocinas! Vamos a ver, habíamos hecho un trato. Tú me llevabas ante Vonotar, yo me encargaba de él, juntos buscábamos tu Cruz de Hierro esa...
-... del Gremio.
-¿Qué?
-Del Gremio.
-¿Qué pinta aquí ahora tu Gremio?
-Nada, nada, sigue con tu perorata.
-Joder, ya no me acuerdo qué te iba a decir.
-Bueno, pues mejor, así te callas y me haces el favor de liquidarme a esos dos bárbaros de los hielos que están montando guardia, y de paso jalamos algo, ¿vale? Venga campeón, que eres todo un Señor del Kai.

A regañadientes y maldiciendo a toda la familia del magucho este, observo que en la chimenea que hay justo al lado de donde estamos reposa un caldero repleto de gachas de Kalte (a saber qué lleva eso), así que decido verter mi poción somnífera en ella, y ver qué pasa. Al cabo de unos momentos, los guardias se desploman completamente dormidos (a juzgar por la feliz expresión de su rostro) y nosotros nos colamos dentro de las cocinas, donde Loi se prepara un bocata de jamón y queso, y machaca unas cuantas hierbas en el mortero, supongo que para sazonar el bocata. Ah, no, que las hierbas son para mí. ¡Será cabrón! Pues no se ha puesto él todo el jamón de Jabugo que ha encontrado y me da a mí un potingue de hierbas machacadas. Bueno, al final resulta que son hierbas curativas y me han devuelto +6PR (entre ellos los perdidos por el hambre y el frío), pero estoy seguro de que el jamón ése me hubiera hecho recuperar por los menos 10. Tras llenar la panza, resulta que las cocinas no estaban tan lejos de la Sala del Trono, ya que están en el mismo piso, lo que pasa es que Loi, en venganza por haberle puesto la Sommer al cuello, ha querido darme un pequeño disgusto. Tras una corta discusión, en la que dejo entrever que a la próxima payasada le rebano de verdad el pescuezo, nos ponemos de nuevo en marcha y llegamos a Sala del Trono, donde Vonotar espera ignorante su destino a manos de mi espada...

-Estoooo...
-¡No me digas que no estamos en la Sala del Trono, por favor!
-Sí, sí, tranquilo, pero no sé si te has dado cuenta de que antes tendremos que deshacernos de esos bárbaros que están montando guardia.
-Ah, bueno, es eso. Está bien. Pues.... ¿tienes algún plan?

Murmurando por lo bajo algo concerniente a un tipo con muchos músculos, pero cerebro de mosquito, Loi-Kymar saca unos tarros de hierbas que ha afanado de la cocina y, con un poco de agua, hace un mezclote que apesta a rayos fritos, para a continuación entregármelo y decirme que use una de mis múltiples disciplinas para poner el mezclote lo suficientemente cerca de los guardias sin que éstos me vean. Mascullando por lo bajo algo concerniente a un mago engreído, que se cree que porque sabe haber quimijuegos con hierbas raras puede darme órdenes, utilizo mi socorrida disciplina de Camuflaje para colarme cerca de los guardias y dejarles "el regalito" detrás de un pilar. Apenas me da tiempo a girar sobre mis talones y comenzar a maldecir a Loi, cuando un golpetazo a mis espaldas me confirma que los guardias han caído sin sentido. Ahora sí, estoy en la puerta de la Sala del Trono, donde sentado en el Trono de Brumalmarc me espera un Vonotar ignorante de la trascedencia de mi misión y la cercanía de su derrota a manos de mi todopoderosa espada, capaz de...

-Estoooo...
-¡¡¿Y ahora qué pasa?!!
-Nada, campeón, que te dejes de rollos místicos y vayamos a darle candela fina al jorobado ése.

Sección 173: Como una exhalación, como una tempestad, como un huracán, como el mismísimo apocalipsis (Loi murmura: Joder, ¡cómo está éste hoy!) entramos en la Sala del Trono de Brumalmarc, donde se halla sentado, absorto en gruesos libros, un Vonotar totalmente ignorante del aciago destino que le aguarda a manos de mi todopoderosa espada que...

-¡Aaaaattchiiiiiisss! -suelta Loi-Kymar.
-¡Salud! -contesta Vonotar, milisegundos antes de darse cuenta de nuestra presencia y levantarse de un salto empuñando una Cruz negra, que es su varita de mago.
-¡¡¡¡¡Mecagoentoloquesemenea!!!!! -exclamo yo, lanzando una furibunda mirada a Loi-Kymar-. Tú te has propuesto joderme la entrada triunfal que llevo tres párrafos intentando hacer, ¿verdad? ¡Jodido viejo de mierda! ¡Saco de pulgas apestoso! ¡Engendro de una cabra sarnosa y adúltera!

Ajeno a nuestras disputas domésticas, Vonotar va a lo práctico y abre un foso entre nosotros y el Trono, por donde sale un ser horripilante y verde, con una cabeza toda ella llena de tentáculos, que rezuman una mucosidad negra y pútrida, y en cuyo centro palpita un repugnante ojo amarillo (descripción del Dever, yo no me creo capaz de mejorarla), criatura de nombre Akraa'neonor y que está bajo el control de Vonotar, y ante cuyo inminente ataque no se me ocurre otra cosa que soltar:

-¡Andalahostia, Patxi, si yo tengo una estatuilla igualita que el bicho este!
-¡Vamosnomejodas, Aitor, y a qué esperas para sacarla! -contesta Loi-Kymar imitando el acento de todo un vasco de Getxo.

Sin hacerme esperar, extraigo la efigie-souvenir de mi bolsillo, y la agito como si fuera un vodka-martini delante del bicho, que empieza a comprender ahora que yo poseo a su hijito (que es lo que supongo yo que debe representar la estatuilla esta) que su orden de prioridades y lealtades ha cambiado. Vonotar intenta escapar a todo correr, viendo lo que se le viene encima, pero con una rápidez de pensamiento digna del más sabio de los sabios de Varetta, siento que debo ordenar al monstruo...

-Ejem, ejem.
-Ejem, ejem, ¿qué?
-Que cuentes la historia bien, figurín.
-Bueno, está bien, Loi-Kymar me dice que ordene al monstruo que atrape a Vonotar. ¿Ya estás contento?
-Mucho mejor.
-Mierdademagoengreídoaltanerosabelotodoquisquillosoconínfulasdehéroe.

Total, que una vez el monstruo nos ha hecho el trabajo sucio, Loi arroja unas hierbas al foso, crecen unas enredaderas que forman un puente, pasamos al otro lado, atamos al Vonotar, le quitamos todas las sortijas y amuletos que lleva encima, mandamos al bicho de vuelta al foso sellándolo de paso, el Loi encuentra su Cruz del Gremio (por fín me he acordado), y cuando todo está atado y bien atado, el Loi levanta su Cruz del Gremio y....
¿De repente todo se vuelve un caleidoscopio de colores? ¿Nos hemos metido unos ácidos o qué? Ah, no, que esto es el teletransporte que nos lleva directamente a...

La Gloriosa Sección 350: Aterrizamos en el banco de hielo de Ljuk, a menos de un kilómetro de distancia del barco, y lo que es más importante, con diez días de adelanto sobre el tiempo previsto. Cuando los del barco nos recogen, el capitán no deja de sorprenderse de la rapidez con la que he llevado a cabo mi misión, así que le ladro sin ninguna conmiseración:

-Pero tío, ¿tú qué te has creído?. ¡Que yo soy todo un Señor del Kai y te zurro cuando me salga de los cojones! ¡Déjate ya de soltar memeces y pon en marcha de una puta vez el cascarón de nuez éste, que tengo helados hasta los pelillos del escroto! ¡Ozú, la leshe, queagusto me'quedao!

Dicho y hecho, el viaje de vuelta transcurre a toda velocidad, mientras mi amenaza de colgar a todos del palo mayor por los huevos si no se dan más prisa flota por la cubierta del barco. De hecho, el viaje es tan rápido, que nadie se acuerda de los tres guías muertos que se han quedado en los helados páramos de Kalte (¡pringaos!). Llegados a Anskavern, el populacho dicta sentencia sobre Vonotar y comienza a hostiarle de lo lindo, pero claro, yo no puedo dejar que lo despedacen, a pesar de que lo merezca, y acabar así con su amenaza, porque es más lógico tirarlo a una puerta dimensional a otro mundo (el Daziarn, por si alguien no ha caido) del cual no se sabe si alguien puede regresar con vida o no... (ahí lo dejo). Así que me llevo al jorobado de NotreTorán a la sede de los Hermanos del Gremio de la Estrella de Cristal (no consigo ver a Banedon, ¡maldita sea!), donde se dictamina que Vonotar sea arrojado a los profundos abismos del Daziarn, para que jamás pueda regresar y se pudra de una puta vez ya. Y como yo he sido el encargado de traerlo de vuelta, me hacen el honor de que sea yo el que lo eche de este mundo. Presto a cumplir esta última misión, bajo con Vonotar al más profundo sótano del Gremio, lo pongo mirando pá Motril, le pido que se agache un poco y... me bajo los pantalones para enc..

-¡Que venga ese guionista a mi despacho, ya!
-¡Buenos días, jefe, qué se le ofrece!
-¡Pero en qué coño estás tú pensando para soltar semejante barbaridad acerca de Lobo Solitario a las puertas del Daziarn con Vonotar! ¡Que este libro es para niños, so animal, cabestro! ¡Ya estás cambiando inmediatamente ese final!

Prrrrrrrrrrrrrrrrrpppppppppppppppppppp, de vuelta atrás en el tiempo... Presto a cumplir esta última misión, bajo con Vonotar al más profundo sótano del Gremio, lo pongo mirando pá Motril, le pido que se agache un poco y le suelto una coz burrera en plenos glúteos, poniéndolo en órbita en dirección a su próxima morada: El Daziarn (Hala, chavalote, hasta más ver).

Una vez cumplida mi misión, y sin ya nada más que hacer, me pongo en camino de vuelta a casa, a las ruinas de mi Monasterio y a los brazos de mi querida campesina. Tras un par de días de marcha, logro divisar las primeras señales de mis tierras, y embargado de una felicidad casi inexplicable, corro como un niño hasta llegar a mi hogar, cruzándome por el camino con un enfurruñado Capitán D'Val, que va tan absorto en sus cosas que ni siquiera me reconoce. Al llegar a la valla que delimita mi jardín, observo que mi hermosa labriega está de espaldas a mí, agachada en el huerto recogiendo patatas, así que para darle una sorpresa, me coloco detrás de ella, la cojo por la cintura, y le suelto:

-No te pongas muy cómoda, que así como estás me gusta aún más.

No llego a escuchar bien lo que me responde, porque con una velocidad casi felina, que me sorprende incluso a mí que tengo los reflejos agudizadísimos, mi valkiria se da la vuelta, afianza bien los pies y me suelta una hostia que me envía rodando hasta el muro de la casa.

-Aaaaayyyy, perdona cariño, pensaba que era otra vez ese Capitán D'Val, haciéndose el gracioso conmigo.
-¿Pero a tí qué te pasa? ¿Vuelvo a casa después de casi un mes de ausencia y lo primero que se te ocurre es soltarme una leche? ¿Yo que soy, una estera? ¿Y qué tiene que ver el Capitán D'Val en todo esto?
-Nada, mi amor, nada, son sólo cosas mías. Bueno, veo que estás bien, así que suelta, ¿qué me has traido de recuerdo del Kinto Kulo de Kalte?

Frotándome la dolorida mejilla con la mano izquierda, extraigo de mi bolsillo (con la otra mano, claro está) la efigie del Akraa'neonor pequeñito que recogí en el Templo de los Demonios de los Hielos, y tras inventarme una historia pseudofantástica acerca de las cualidades afrodisíacas que tienen los tentáculos de Akraa'neonor, se lo dejo en su mano, para que ella decida en qué lugar de la casa ponerlo. Berta, que así se llama mi campesina, se me queda mirando como si estuviera de guasa y al ver que no bromeo, lanza una mirada de profundo disgusto al pequeño Wally (he decidido llamar así al pequeño Akraa'neonor), entra en la casa y, reprimiendo las ganas de enviar a Wally directamente al cubo de la basura, lo coloca sobre la estantería más cercana del salón, para salir corriendo hacia la cocina y ponerse a sollozar.

-Si ya me lo dijo mi madre, snif, snif, que no me juntara con monjes, que son todos iguales, guerreros o no. Prffffffffff. Unos mindundis, pobres como ratas y encima con un sentido del humor de lo más lóbrego. Buaaaaaaa, ¡qué voy a hacer yo con este inútil! Buaaaaa, seguro que en la fortaleza esa había tesoros fabulosos, pero él, como es idiota hasta la médula, pues ha preferido traerme una figurita de un bicho feísimo que habrá comprado en un "Todo a 100" de Ljuk. Buaaaaaa. Lo dejo, de ésta lo dejo seguro...

Aprovechando la coyuntura que me ofrece el hecho de que me esté poniendo a parir, me dirijo hacia el dormitorio, extraigo de su sitio el baldosín suelto de debajo de la cama, deslizo la bolsa con 35 Coronas de Oro dentro (antes de que Berta se acuerde de que me deben haber soltado algo de pasta para el viaje), y vuelvo a colocar el baldosín en su sitio (ya tengo 55 Coronas de Oro a salvo). Apenado por ver a Berta en ese estado de tristeza decido alegrarle el día y le digo:

-Bueno, si el pequeño Wally no te gusta, también te he traido esto. Es una cajita de hueso tallado, típica de Kalte, con un pequeño cristal dentro, sometido a millones de años de presión ejercida por los hielos eternos de Kalte.

Mientras hablo, entro en la cocina, abro la cajita y dejo que la luz del sol que se filtra por la ventanas se refleje en las múltiples facetas del Diamante de tropecientos kilates que encontré en la gruta de la serpiente de cristal, y cuyo valor en Sommerlund asciende a varios miles de Coronas de Oro. Inmediatamente, el cristal bellamente tallado comienza a resplandecer y formar muchos arcoiris en el rostro de Berta, en el que se puede advertir un deje de asombro, mezclado con la felicidad más absoluta ante la visión del pedrusco más enorme y brillante de probablemente todo Sommerlund.

Sin articular palabra alguna mi terrible amazona me mira, luego mira al pedrusco, vuelve a mirarme otra vez y vuelve a mirar al pedrusco, para finalmente comenzar a sonreir, arrebatarme la caja de las manos, guardársela en un bolsillo del delantal, arrancarme el jubón verde de un estirón mientras los botones se desparraman por toda la cocina, morrearme como una salvaje mientras me empuja hasta el dormitorio, lanzarme a la cama, arrancarse delantal y blusa de cuajo y finalmente decirme:

-¡Prepárate lobito, porque voy a hacer que aúlles a la luna... a pleno día! ¡Tú sí que sabes como hacer feliz a una mujer! No como ese advenedizo del Capitán D'Val, que sólo sabe componerme poemas y jurarme amor eterno e incondicional.
-¿Que el Capitán D'Val hace qué? -logro articular antes de que el frenesí salvaje de Berta inunde mi consciencia y me sumerja en un océano de placer.

Instalado en la gloria más absoluta, casi puedo oir a Marilyn Monroe (que no sé quién es, pero que tiene nombre de estar muy buena) cantar eso de: "Diaaaamoooooonnndssss, aaaareeee a giiiiirl'ssss beeeest frieeeeeeeeeeeeend"

sábado, 15 de noviembre de 2008

El Señor de los Hielos

Mi tercera aventura con Lobo Solitario en Las cavernas de Kalte. Este relato desvela toda la trama.


Aventura: Las cavernas de Kalte

Características: Destreza en el combate 13 (+2, +2, +8), Resistencia 24

Disciplinas del Kai: Sexto sentido, Dominio en el manejo de las armas (martillo de guerra, +2 DC), Curación, Ataque psíquico (+2 DC), Defensa psíquica, Camuflaje, Rastreo.

Armas: Sommerswerd (+8 DC), Lanza mágica.

Coronas de oro: 46

Equipo: 1 poción de laumspur (+5 PR), 1 comida.

Objetos especiales: Medallón de la Estrella de Cristal, Escudo (+2 DC), Mapa de Kalte, Cota de cuero (+2 PR).


La guerra había sido dura, pero al fin había terminado. Conseguí regresar a bordo de la flota durenesa y destruí a Zagarna, Señor de la Oscuridad, gracias al poder de la Sommerswerd. El rey me concedió el título de Conde de Fry de Sommerlund en agradecimiento a mi hazaña, y junto a él me concedió las tierras que rodeaban las ruinas del monasterio, con el nombre de Condado de Frylund. Me encontraba supervisando la reconstrucción del monasterio, cuando malas noticias vinieron de la corte del rey. Los mercaderes decían que Brumalmarc, jefe de los bárbaros de Kalte, había caído, y un viejo jorobado había ocupado su trono. Esa descripción solo podía corresponder a Vonotar el traidor. Recordé el enfrentamiento que tuve con él a bordo de la flota fantasmal que reunió con su poder, y temí que tendría que enfrentarme una vez más con él. Ahora había conseguido engañar a Brumalmarc para que le acogiera en su fortaleza de Ikaya como su mago oficial, y aquello le había costado el trono y la vida. Cuando los sommerlundeses se enteraron de ello, su clamor por la venganza fue tan insistente que el rey se vio forzado a prometer que Vonotar sería capturado y juzgado por sus crímenes. Y aquella promesa volvía a ponerme en movimiento.


Así pues, me vi de nuevo pertrechado y preparado para emprender otra aventura. Acudí al puerto de Anskavern y me llevaron al ayuntamiento, donde me equiparon con unas botas especiales para los hielos, una túnica, una capa forrada con piel y unas manoplas. También me entregaron un mapa de Kalte y una bolsa con 20 coronas de oro, así como una cota de cuero y una ración de comida para el largo viaje que me esperaba.



A mi llegada, la nave sommerlundesa Cardolan ya estaba preparada para partir, equipada con víveres, equipo para la nieve y perros kanu. El capitán tenía órdenes de anclar en el promontorio de Halle y aguardar a mi regreso. Las mías eran dirigirme a la fortaleza de Ikaya y capturar a Vonotar. Unos guías especializados me acompañarían hasta la entrada, y debería volver antes de treinta días, pues el invierno se acercaba y la nave podía quedar atrapada en los hielos si permanecía allí demasiado tiempo. Zarpamos con unas buenas condiciones climatológicas, pero al sexto día, cuando avistamos la isla de Tola, se levantó un temporal y sufrimos las inhóspitas condiciones del clima de Kalte, con vientos huracanados y el intenso frío que recubría de hielo el casco del navío. Pronto descubrimos que el temporal nos había desviado hacia los bancos de hielo de Ljuk. Tardaríamos un día en regresar al promontorio de Halle, así que decidí desembarcar allí y viajar a pie.


Los guías me dijeron que había dos itinerarios posibles. El primero consistía en viajar a la montaña de las Brumas y desde allí al glaciar Viad; el otro incluía un largo paseo por la llanura de Hrod y después atravesar el desfiladero de la Tempestad. Miré el mapa antes de tomar una decisión.


Juzgué que debíamos seguir el primer itinerario, y así se lo hice saber a mis guías. Engancharon los perros kanu a los trineos y los cargaron con víveres y el equipo necesario. Los tres guías se llamaban Fenor, Irian y Dyce, y eran expertos en supervivencia en las tierras heladas de Kalte, que conocían a la perfección. Fenor e Irian montaron en un trineo y se colocaron delante, seguidos del otro trineo, en el que viajábamos Dyce y yo. A lo lejos se veía un resplandor, que era el glaciar de Viad. Parecía no estar muy lejos, pero en Kalte las distancias engañaban, pues en realidad se encontraba a más de sesenta millas.


Por la noche acampamos en un círculo de pilares de hielo. Tras montar la tienda nos disponíamos a cenar, cuando, de repente, se oyó un fuerte rugido.

- ¡Por todos los dioses! -gritó Irian-. ¡Un Baknar!

Los baknar eran animales carnívoros que se alimentaban de gallinas de agua o pequeñas ostras, pero este había olisqueado a los perros y vino en busca de ellos para devorarlos. No tuve más remedio que atacarle. En cuanto abrí la tienda, el baknar se lanzó sobre mí. me pilló desprevenido y me tiró al suelo de un zarpazo, pero enseguida me repuse y le maté de dos estocadas de mi espada. Su cuerpo desprendía un olor pestilente que incluso molestaba a los perros. Entonces vi perplejo cómo Irian lo desollaba y, tras meter la mano en su cuerpo, la sacaba llena de una grasa espesa y se la untaba por todo el cuerpo. Me dijo que era aceite de baknar, y que protegía del frío mejor que cualquier piel. A pesar de la repugnancia que me causaba, me unté yo también con él.



Al hacerlo sentí un calor tibio, como si estuviera cerca del fuego, y además, a la par que lo hacía, el desagradable olor iba desapareciendo. Los otros dos guías también se untaron con él, y al volver a la tienda, los perros Kano protestaban aullando y metiendo el hocico en la nieve.



A la mañana siguiente, tras desayunar, reanudamos la marcha. Era una preciosa mañana, y los perros Kano estaban ansiosos por partir. Por la tarde alcanzamos la isla de Syem y establecimos nuestro campamento a sotavento para protegernos del viento nocturno.


Al día siguiente, conforme avanzábamos por el banco de hielo de Ljuk, el terreno se iba haciendo más abrupto, y nos vimos obligados a avanzar a pie. Más adelante nos encontramos una grieta en el suelo que se extendía a mucha distancia. Nos atamos cuerdas por si alguno de nosotros caíamos en ella. La cruzamos sin problema, pero al otro lado encontramos una red de grietas que apenas se veían por estar cubiertas por la nieve, así que nos vimos obligados a avanzar despacio, tanteando el terreno con nuestras armas, hasta que se nos interpuso una grieta de casi tres metros de ancha, que formaba una profunda sima. Los guías me sugirieron usar los trineos como puentes para salvar el obstáculo, pero los bordes helados de la grieta podían ceder bajo su peso, así que decidí saltarlas y tirar luego de los trineos. Dyce consiguió saltar limpiamente, pero Irian resbaló y tuvo que ser izado con una cuerda. Quedamos Fenor y yo. Me preparé para saltar, pero cuando me impulsé en el borde, este cedió y me arrastró hacia dentro. Para colmo, la cuerda que me sujetaba se rompió y me precipité al fondo del abismo. Por suerte, un saliente de hielo frenó mi caída. Fenor saltó sin dificultad y luego me tendieron una cuerda desde arriba.


Aquel desafortunado incidente nos había desprovisto de los perros kanu, los trineos y las provisiones. Pero la misión debía continuar. Tras una acalorada discusión con los guías, pude convencerles para continuar. Irian no tardó en divisar la llanura de Hrod, y una vez allí acampamos al abrigo del desfiladero. Tomamos una frugal cena, pues debíamos racionar las pocas provisiones que nos quedaban.


A la mañana siguiente nos dispusimos a recorrer la llanura para llegar lo antes posible a la montaña de las Brumas. Anduvimos durante dos días, y al amanecer del tercero, Dyce me despertó bruscamente, diciéndome que habían avistado en el horizonte a una veintena de bárbaros de los hielos, y creía que nos habían visto. Recogimos apresuradamente las tiendas y pronto nos dimos cuenta de que, efectivamente, los bárbaros se dirigían hacia nosotros montados en sus trineos. Era un pueblo que odiaba a todas las razas excepto la suya, y cuyo único contacto con las demás lo hacían a través del comercio. Mataban a cualquiera que se adentrara en sus dominios. Muy pronto, sus exploradores hicieron aparición por el norte, montados en esquís. Iban vestidos con pieles y armaduras de cuero, y se movían con gran agilidad a pesar de su tamaño. Llevaban atadas unos palos a la espalda en cuyo extremo ondeaban banderas. Una flecha me pasó rozando, y después un esquiador pasó a diez metros a mi derecha. Entonces vi que llevaban a la espalda unos sacos de los que salían unos niños armados con arcos de hueso, que disparaban mientras ellos esquiaban.


En un abrir y cerrar de ojos, mis tres guías sucumbieron perforados por las flechas. Un bárbaro de los hielos apareció por mi izquierda con una lanza en la mano. Conforme se acercaba a toda velocidad sobre sus esquís, le solté una estocada con mi espada. Recibió tal golpe que cayó al suelo y el niño que llevaba a su espalda salió despedido, quedando tendido boca arriba a tres metros de mí. Lo atrapé para usarlo como rehén, pero daba patadas y me mordía. Entonces mi sexto sentido me alertó de que tenía un puñal oculto en la bota y estaba tratando de sacarlo para atacarme con él. Le arrebaté el puñal y se lo puse en la garganta. Los demás bárbaros me rodearon, pero como tenía de rehén al niño no se atrevían a atacarme. Entonces monté en uno de sus trineos tras librarlo de la carga, arrojé en él al niño y fustigué a los perros. Los bárbaros me seguían de cerca y gritaban algo al niño en su extraña lengua. De pronto, el niño saltó del trineo y una lluvia de flechas cayó sobre mí. Una de ellas me rozó el hombro, pero conseguí escapar gracias a la rapidez de los perros.


Al anochecer llegué al borde de las montañas Viad. Se acercaba una ventisca, y tenía que ponerme a salvo. Mis conocimientos del Kai me revelaron la existencia de una red de cuevas al sur. Abandoné el trineo y me dirigí hacia allí. Cuando hallé la entrada a una de ellas, tenía tanta prisa por refugiarme ante la llegada inminente de la ventisca que me adentré en la oscuridad y no advertí una grieta en el suelo. Caí por ella sobre un montón de nieve. Estaba maltrecho, pero a salvo. Entonces me di cuenta de que había luz. Esta procedía de una grieta cercana. Me interné en ella, vencido por a curiosidad. Poco después, me vi en medio de una inmensa caverna. Había llegado a las cavernas de Kalte, un gigantesco laberinto subterráneo construido por los Ancianos en tiempos pretéritos. Las lámparas de M’lare aún colgaban del techo, bañando de luz el interior con su eterna llama.


Tras caminar durante unas horas, llegué a la orilla de un río. Al otro lado había un túnel, pero las aguas del río eran profundas, y solo podía salvarlo saltando sobre tres bloques de hielo que sobresalían. Logré llegar a la otra orilla sin mucha dificultad y me interné en el túnel. A lo largo de él, las grietas dejaban ver otras cuevas. Me asombré del intrincado laberinto que representaban aquellas cuevas.


Al rato distinguí un olor a carne asada. Estaba hambriento, así que busqué la fuente de aquel olor. Este me llevó a una cueva donde se encontraban dos viejos desdentados que asaban un pequeño animal en un espetón. Me sorprendió encontrarlos allí, pero me acerqué a ellos para preguntarles si podía acompañarles en su comida. Sin embargo, en cuanto me vieron entrar, salieron huyendo entre alaridos. Tras devorar el animal, me apercibí de dos recipientes semiesféricos que yacían en el suelo. Al juntarlos, se formó una llama. Aquella esfera me sería muy útil para combatir la oscuridad del lugar.


Aproveché para dormir un poco, y después proseguí mi camino. Atravesé unas inmensas cuevas con pilares y techos de cristal que me dejaron fascinado. Después llegué a un estrecho pasaje que me conducía a través de una cornisa que corría por el borde de un gigantesco abismo. Cuando llevaba un rato recorriéndolo, un ruido me hizo darme la vuelta, y comprobé aterrorizado que una serpiente bicéfala me estaba siguiendo. Mis conocimientos del Kai me revelaron que era un jakev, un animal capaz de inocular un veneno mortal. Se movía demasiado deprisa, y no podría dejarla atrás, pues me veía obligado a avanzar despacio por la estrecha cornisa. Entonces se me ocurrió una idea. Saqué la esfera de fuego que había encontrado y la puse en mitad de la cornisa. El jakev no podía rodearla sin quemarse debido a la estrechez del pasaje, y finalmente desistió y se marchó. Recogí la esfera y proseguí la marcha hasta que al fin salí de aquel peligroso lugar.


Llegué a una enorme caverna. Su techo estaba a cien metros, y por sus grietas se filtraba un viento helado. Descubrí un túnel que conducía a una cueva llena de estalagmitas. En ella se abrían otros dos túneles, cuyas entradas estaban marcadas con huellas extrañas. Las identifiqué como huellas de baknar, el animal que me había atacado al principio de la expedición. Sin embargo, no sabía de cuál de los túneles provenían.


Decidí ir por el de la izquierda, y llegué a una cueva llena de estalactitas y estalagmitas cuyo suelo estaba cubierto de huellas y huesos de animales. El lugar, no obstante, parecía desierto. El muro del norte era completamente liso, y al acercarme comprobé que estaba hecho de bloques de granito. ¡Había llegado a la fortaleza de Ikaya! Una rampa conducía a una puerta de piedra que daba entrada a la fortaleza. Me detuve un momento para examinar los huesos esparcidos por el suelo, y me horroricé al comprobar que muchos de ellos eran humanos. Entonces hallé entre ellos una cajita de hueso. Al abrirla, me llegó el resplandor de un gran diamante.


Cuando subía la rampa hacia la puerta de piedra, unos cristales comenzaron a moverse. Vi con incredulidad cómo se transformaban en una masa de anillos que al desplegarse formaron un ser de hielo que avanzaba reptando hacia mí. Me preparé para luchar contra la serpiente de cristal. Sus órganos se veían a través de su cuerpo transparente, y en su boca había dos hileras de afilados colmillos de cristal. u primera dentellada fue fatal y me causó una herida, pero mi respuesta fue muy efectiva. El ser se deshizo en segmentos que reventaron y se deshicieron en el hielo, dejando ver una llave de plata entre ellos. Al cogerla, los corrosivos ácidos que la impregnaban atravesaron mis manoplas y me dañaron la mano. Hundí la mano en el hielo para calmar el dolor y me dirigí a la puerta.



La puerta era lisa y no tenía cerrojos. Sin embargo, en uno de los bloques de granito había un hueco con forma de triángulo. De repente, un fuerte rugido me heló la sangre. Un kalkoth había penetrado en la cueva y se dirigía hacia mí. Se impulsó hacia mí con las fauces abiertas, dejando ver una lengua acabada en un arpón venenoso. Al caer sobre mí caí hacia atrás y me golpeé contra la pared. Pero después caí sobre él y le hundí mi espada en su cuerpo. Había tenido suerte de que no me alcanzara su legua, ya que su veneno era mortal. Exhausto por los combates que había librado en la cueva, tomé la poción de laumspur que me habían dado en Hammerdal. Me sentí bastante reconfortado, y entonces advertí que del cuello del kalkoth colgaba una cadena con un triángulo azul de piedra. Tras insertarlo en el hueco del bloque de granito, la puerta se abrió con gran estrépito y unos instantes después volvió a cerrarse. Pero antes de que ello sucediera, me deslicé dentro, llevando conmigo el triángulo al cuello.



Dentro, la temperatura era mucho más agradable. Un pasadizo ascendía hacia un rellano del que partía otro pasadizo hacia el este. Las lámparas de M’lare también iluminaban el interior de la fortaleza, dejando ver los motivos esculpidos en los muros. Al llegar al rellano vi que una arcada conducía a una habitación llena de desperdicios. Me puse a examinarlos para ver si podía aprovechar algo de ellos. Solo hallé una mochila y una cuerda. Me quedé la cuerda y seguí por el pasillo del este.


Llegué al pie de unas anchas escaleras de piedras que subían hasta otro rellano. El centro de los escalones estaba desgastado por las pisadas. Tras el rellano se abría una cueva, y esta terminaba en una arcada en a que se abrían dos pasadizos. Caminé por el pasadizo del este. Este torció a la izquierda, y tras el recodo encontré una enorme grieta en el suelo. Justo sobre ella había suspendida una lámpara de M’lare. Enganché a ella la cuerda que había cogido y salté sobre la grieta con su ayuda.



Tras recuperar la cuerda, seguí hacia delante. Tras andar unos metros, encontré una puerta a la izquierda del muro en forma de arco. Estaba decorada con unos motivos que mostraban a cientos de esqueletos agarrados a bloques de piedra, y había una palanca levantada junto a ella. Seguí por el corredor sin hacer caso de a puerta. unos metros más adelante, el corredor giraba al oeste y conducía al pie de otras escaleras que terminaba en una puerta de piedra con una palanca al lado. Al bajar la palanca, la puerta se deslizó a un lado dejando ver una cámara vacía excepto por un cofre de granito que descansaba en el centro.



Examiné el cofre, que estaba decorado con cabezas grotescas. Una de ellas dejaba ver una cerradura. Probé en ella la llave de plata que cogí de los restos del ser de hielo que me atacó a la entrada de la fortaleza. Al hacerlo, sonó un “clic” y la llave desapareció por la cerradura. A continuación se abrió el cofre, dejando ver un magnífico yelmo de plata.



Mi sexto sentido no me alertaba sobre él, así que me lo puse. Era ligero y cómodo. No cabía duda de que sería de gran ayuda en posteriores batallas. Animado con mi nueva adquisición, dejé la cámara y continué mi camino.


Subí por las escaleras hasta llegar a un estrecho rellano. Descubrí una puerta camuflada entre los intrincados relieves del muro, con una palanca al lado. Al tirar de ella, la puerta se abrió lentamente mostrando una estrecha arcada entre jirones de bruma. Entonces, la temperatura comenzó a descender bruscamente.



Sentí una poderosa fuerza vital tras el arco. Entonces recordé la leyenda de la puerta de Vagadyn, que hablaba de unos demonios de hielo que abandonaron su mundo par venir a Kalte. Dicha puerta unía su mudo con el nuestro, y lucharon entre sí por franquearla. Pero los Ancianos también sabían de su existencia, y apresaron a cada uno de los demonios que la franquearon en un cristal, para usar su energía en la construcción de a fortaleza de Ikaya. Las lámparas de M’lare contienen los espíritus encerrados de estos demonios, y por eso brillan eternamente. La leyenda también decía que si alguien rompía las prisiones de cristal de estos demonios, correrían a refugiarse en su cuerpo. Avancé prevenido por esta leyenda, y llegué a una amplia cámara. Era un templo construido por los ancianos. Bordeado por dos filas de altas columnas, un pasillo central conducía hasta un altar de sacrificios instalado en un nicho del muro norte. Sobre él reposaba una extraña estatua, que parecía esculpida en una piedra blanca y pulida. A la cabeza y a los pies de la estatua se alzaban unos pilares negros, embutidos en la piedra del altar. A la izquierda de éste, una escalera ascendía a través de un arco sumido en la oscuridad, hasta perderse de vista. El suelo de la cámara, salpicado de piedras y trozos de hielo, estaba hecho con losas de cuarzo y granito. Avancé hasta el altar pisando solo las losas de granito. Cuando llegué, sentí que había algo encerrado en la estatua que imploraba libertad. Debían de ser los demonios de la leyenda. Me alejé de ella y me dirigí a la arcada del norte.


Tras atravesarla, tiré de una palanca y se cerró el acceso al templo. La temperatura era más alta en este pasadizo y se oían unos retumbos. Más adelante, una luz se filtraba por una abertura rectangular practicada en el suelo. Había otro corredor tres metros más abajo al que podía acceder por esta abertura, pero decidí seguir por este pasadizo. Más adelante, otra abertura dejaba ver una celda en la que se encontraba un hombre situado en el centro de un tentáculo dibujado con tiza.



Presentí algo malo en él, así que seguí mi camino. Descendí por una escalera y llegué a la entrada de un túnel. Pero antes de entrar en él descubrí una puerta secreta. Entré por ella y accedí a otro túnel por el cual el retumbar que había oído antes era más fuerte. En el muro oeste de este corredor hallé otra puerta, y al mirar por el ojo de la cerradura pude ver que se trataba de una celda en la que estaba encerrado un viejo vestido con una túnica sucia, decorada con medias lunas y estrellas. Entonces recordé la túnica de Banedon, y supe que aquel hombre era un miembro de la Hermandad de la Estrella de Cristal.


Cuando entré, reconoció mis ropas del Kai y me recibió con gran alegría como su salvador.

- Me llamo Loi-Kymar. Soy uno de los ancianos del Gremio de Toran -dijo sacando de entre sus raídas ropas una pequeña Estrella de Cristal y mostrándolo como prueba tangible de su identidad.


Me contó que tras la traición de Vonotar, su fracaso en a guerra iba a ser castigado con la muerte por los Señores de la Oscuridad, pero logró escapar usando la Cruz del gremio, que tiene la facultad de teletransportar a una persona o cos de un lugar a otro. Pero como solamente él tenía el poder para usarla, le obligó a traerle aquí amenazándole con matar a toda su familia si no accedía, así que no tuvo más remedio que aceptar. Entonces le conté mi misión, y se ofreció a conducirme al trono de Brumalmarc, desde donde gobernaba Vonotar, y me prometió que si recuperaba la Cruz del Gremio, me transportaría de regreso al Cardolan.


Seguí a Loi-Kymar a través d los corredores. Llegamos a una puerta tras la que se encontraban las cocinas de la fortaleza. Dentro ardía una chimenea sobre la que colgaba un caldero lleno de gachas. Dos bárbaros estaban sentados en una mesa cercana. A juzgar por los cuencos vacíos que había sobre ella, acababan de comer un plato de esas repugnantes gachas. Entré bruscamente y les pillé por sorpresa. No me costó mucho deshacerme de ellos. Tras ocultar sus cadáveres, volví a la cocina y vi que Loi-Kymar examinaba unos tarros llenos de hierbas. Mezcló el contenido de varios de ellos en una escudilla y me la ofreció. Al comerlo, sentí que recuperaba casi todas mis fuerzas.



El trono de Brumalmarc estaba al final del corredor que partía de la cocina. Unos bárbaros protegidos con armaduras de hueso y armados con espadas de cristal guardaban la puerta de acceso al trono. Loi-Kymar hizo un conjuro mientras mezclaba varias de las hierbas que había cogido en la cocina. U humo azul comenzó a brotar de ellas, y me dijo que aquello silenciaría a los guardianes si conseguíamos acercárselo. Tapándome la nariz con un trozo de tela, avancé por el pasillo ocultándome en las sombras y, cuando estuve cerca de los bárbaros, puse el cacharro sobre una pilastra y regresé, esperando que hiciera efecto. Al cabo de un momento, los bárbaros cayeron al suelo sin sentido y pudimos atravesar la puerta si peligro.


Por fin nos encontrábamos en la sala del trono. Era una vasta sala hecha de bloques de cristal. Estos formaban una plataforma en el centro de la sala, en lo alto de la cual se levantaba el trono de Brumalmarc, sobre el que se sentaba Vonotar, que estaba absorto en la lectura de los numerosos volúmenes que le rodeaban. Entonces Loi-Kymar estornudó y Vonotar se dio cuenta de nuestra presencia. Lanzó un grito de horror y echó mano de su varita de mago, que era una larga cruz negra. Comencé a subir por la pirámide de cristal con la Sommerswerd preparada, pero antes de llegar arriba se abrió un abismo entre Vonotar y yo. De las profundidades del foso surgieron gruñidos y gritos inhumanos y al instante emergió un horrible monstruo gigantesco de color verde. El monstruo era controlado por Vonotar, y le ordenó que me atacara. Cuando me disponía a hacerle frente con mi espada, me di cuenta de que Vonotar había levantado su cruz negra y había clavado su mirada en Loi-Kymar. ¡Le estaba atacando con su fuerza psíquica! Si n acababa pronto con aquel engendro, Loi-Kymar moriría, y sin él no podría regresar a tiempo al Cardolan, ya que era el único que sabía usar la Cruz del Gremio. El monstruo rugió, dañado por la luz que desprendía la Sommerswerd, y me lancé al ataque. Corté varios de sus tentáculos, y en mi segundo ataque hundí la espada en su único ojo.



En ese momento, Vonotar interrumpió su ataque psíquico y corrió a refugiarse tras el trono de Brumalmarc. Loi-Kymar estaba aturdido, pero se recuperó rápidamente y se reunió conmigo al borde del abismo creado por Vonotar. Lanzó unas hierbas al fondo del foso y de él surgió una maraña de plantas que formaron un puente hacia el trono. Pero entonces, Vonotar volvió a aparecer blandiendo una varita de cristal, de la que salió un cono de escarcha que dirigió hacia las plantas. Apunté mi espada hacia la varita de Vonotar, y entonces el cono de escarcha cambió de trayectoria y se dirigió a su hoja, que lo absorbió por completo.


Vonotar maldijo, y seguidamente li-Kimar le lanzó un manojo de hierbas que le alcanzó el pecho y se convirtieron en una enredadera que aprisionó al malvado mago de pies a cabeza. Mientras Loi-Kymar buscabala Cruz del gremio, me dijo que le quitara a Vonotar todos sus anillos y amuletos para impedir que utilizara más estratagemas. mientras lo hacía, encontró la cruz. Quise mostrarle mi mapa de Kalte para enseñarle dónde estaba anclado el Cardonal, pero lo rechazó, diciendo que se fiaba de su propio sentido de la orientación. El viejo mago levantó su varita y un rayo de luz cegador brotó de su extremo. Entonces describió tres grandes círculos en el aire y el salón del trono del Brumalmarc se convirtió en un calidoscopio de colores.


Cuando los colores desaparecieron, nos vimos en el banco de hielo de Ljuk, a un solo kilómetro del barco. El vigía nos descubrió y el capitán mandó una lancha para recogernos. Mientras Vonotar era izado y encerrado en el calabozo del barco, el capitán me felicitó por el éxito de mi misión, sorprendiéndose de que hubiera regresado tan pronto.


Durante el viaje de regreso tuve unos pensamientos para mis desafortunados guías, que habían sucumbido en Kalte. Al llegar a Anskavern, la muchedumbre se agolpaba expectante, y al ver que había conseguido capturar a Vonotar, tuve que hacer verdaderos esfuerzos por protegerle de su cólera.



Finalmente, Vonotar fue conducido a Toran. El día de la fiesta de Maesmarn fue juzgado por la hermandad y fue declarado culpable de sus crímenes. Lo condujeron a una profunda cámara en la que se encontraba la Puerta de la Oscuridad, tras la cual se abría el plano del Daziarn, del cual nadie ha podido regresar jamás. Yo mismo fui el encargado de arrojar al portal a Vonotar, que desapareció entre gritos que resonaron en el interior de su eterna prisión.