viernes, 28 de septiembre de 2012

Apocalypsis: Dies Tertius

Seguimos con la partida Apocalypsis en Comunidad Umbría, de la cual pasamos del Dies Primus directamente al Tertius, ya que los PJ estuvieron encerrados en los calabozos durante un día entero, como consecuencia de la que se montó el primer día con la desaparición de Ruperto y del caballero santiaguista Xurxo Estebáñez. Fernándo Téllez, hijo del comendador y actualmente al frente del castillo, un tipo bastante paranoico y que ve conspiraciones por doquier, optó por encerrar a los PJ y cambiar de celda a su hermano, Mateo Téllez, para prevenir posibles avenencias entre ellos. El tercer día comienza con los PJ aún encerrados, y con pocas esperanzas ya de poder cumplir su misión.

HECHOS

Tras unos sueños no muy dulces, los presos despertaron con el ruido de unas pisadas que descendían a los calabozos. Desorientados, pues entre tanta oscuridad se pierde la noción del tiempo y el espacio, esperaban que fueran a ajusticiarles, pero una vez que los soldados los llevaron al exterior, Lobo los condujo fuera del castillo, a cuyas puertas se reunía una reata de mulas con el cargamento de piedra que esperaban. Allí se encontraba el caballero don Pedro y un viejo conocido: el fraile que les condujo a Orduño, el hombre que les había encargado la misión, y que ahora se hacía pasar por contable. Se disculpó don Pedro por la confusión y sugirió a los cuatro hombres que se tomaran el día libre como compensación por lo ocurrido. Por su parte, el fraile solicitaba hablar sobre los gastos de la obra en la posada del pueblo. Antes de irse, don Pedro ordenó a sus hombres que entraran los carros al patio de armas y solicitó un informe a Ventura como el que habría de dar al contable. Este, a su vez, le pidió ropa limpia, a lo que contestó que aquello era tarea de Sancho el cocinero.

Ya en la posada, en la habitación del fraile, este pidió que le informaran sobre lo acontecido en el castillo. Le contaron que les habían metido en los calabozos tras sospechar de ellos, pero que la llegada del cargamento de piedra había desterrado las sospechas. Dicho esto, le pidieron al fraile que les dijera su nombre y les mostrara sus credenciales, pero este se negó, alegando que si estos caían en manos enemigas estarían perdidos. Después Simplicio propuso seguir con la reunión en otro lugar, pues creía que, después de su encierro, los hombres de don Pedro podrían entrar allí en cualquier momento. El precavido fraile se mostró de acuerdo y les citó en el monasterio de Tentudía, en Calera de León, un pueblo a solo tres leguas de allí.
Tras la marcha del fraile, los cuatro hombres discutieron cómo debían proceder a continuación. Ventura creyó que él sería el más indicado para ir a Calera de León, ya que con la excusa del informe para el fraile podía ganar unas horas. Por su parte, Ruperto les contó lo que había averiguado: que el comendador se había encerrado en su torre tras ahorcar a su mujer, y que Mateo, el más cabal de sus dos hijos, estaba encerrado por orden del otro. También les mostró el anillo que Mateo le dio con la esperanza de que al mostrarlo a su padre, este saliera de su ensimismamiento y les ayudara. Mientras Ventura y Simplicio discutían los planes más inmediatos, Roger examinó las heridas que Ruperto se había hecho el día de su llegada. Entonces, entró el posadero con comida, y cuando se retiró siguió la discusión; como no había acuerdo sobre quién debía ir con el fraile, se decidió volver al castillo e intentar llegar al comendador.

Así pues, con el estómago lleno y el sabor aún en el paladar de la deliciosa comida tras un día a pan y agua, los cuatro regresaron al castillo y, viendo que ya habían descargado las piedras y todo el mundo se retiraba a comer, aprovecharon para acercarse a la torre del homenaje, la cual Lobo les había advertido que era zona prohibida. Tras examinarla, a ninguno se le ocurría cómo podrían entrar allí, así que Ventura se decidió a intentarlo por la puerta principal, haciéndose el despistado si le descubrían. Mientras tanto, Roger fue a su habitación a recoger el equipo requisado que don Pedro les había devuelto. Como la puerta del edificio estaba cerrada, Ventura y los demás decidieron salir de allí cuanto antes y reunirse con Roger en su habitación. Al entrar se encontraron con las miradas recelosas de los criados, que aún estaban comiendo. Ya en la habitación hallaron a Roger cargando con el equipo, y con una bolsa que ninguno de ellos había visto antes. Sin embargo, centrados como estaban en descubrir alguna forma de entrar en la torre, ninguno de ellos le dio importancia.

Roger entregó a cada cual sus pertenencias y salieron rápidamente hacia el edificio de al aldo, donde esperaban encontrar algún tipo de entrada secreta a la torre del homenaje, pero solo consiguieron enfadar a Guiomar, la esposa de Sancho, que estaba allí hilando con su hija Inés, una preñada a punto de parir. Entonces, mientras los demás intentaban calmarla y preguntarle por el acceso a la torre del homenaje, Roger miró el contenido de la misteriosa bolsa… y se encontró con la mirada perdida del fraile, cuya cabeza cercenada reposaba en el interior. Por la impresión, Roger dejó caer la bolsa, y entonces Guiomar la vio, aunque no lo que contenía. Hizo llamar a su marido por medio de su hija menor, pensando que la bolsa la habían robado de alguna habitación, pero Ventura la calmó explicándole que estaban buscando a su dueño.

Llegó entonces Sancho, y Ventura le preguntó si había visto a alguien entrar a su habitación. Sancho pronunció con odio el nombre de Esteban, el soldado que se les había acercado el primer día y se había mostrado cortés con ellos; luego, hablándoles a solas, Sancho les confesó que tenía especial inquina a Esteban por preñar a su hija y abandonarla a su suerte, sin hacerse cargo del niño. Además, el muchacho que se tiró de la torre, Álvaro, estaba enamorado de Inés, y todos creen que se suicidó cuando se enteró de que estaba preñada de Esteban, pues en cuanto llegó ese individuo y fue contratado como soldado, Inés abandonó a Álvaro por él. Estaba claro que Sancho buscaba una manera de vengarse del tal Esteban, y estaba madurando algún plan, aprovechando que podría haber perjudicado también a aquellos hombres. Tras preguntar insistentemente por el contenido de la bolsa, al final consiguió que le mostraran su contenido. Entonces, planeó toscamente una manera de inculpar a Esteban del asesinato del fraile, haciendo que pareciera que escondía la bolsa en los establos y luego esta era descubierta. Las ganas de venganza superaban la inteligencia del cocinero, cuyo plan, a todas luces, dejaba mucho que desear. Aún con detalles que concretar, se despidió de los aventureros, cuya preocupación principal era ahora ocultar la bolsa con la cabeza.

Saliendo del edificio, se encontraron con los criados que acababan de comer y se dirigían a sus quehaceres. Dos de ellos hablaban sobre cierta maldición, usando los mismos términos que el posadero. A la pregunta de Simplicio, le contestaron que una vieja llamada Genoveva había pronosticado para aquel día la llegada del anticristo en aquel mismo castillo, pero la mayoría pensaba que estaba loca de atar.

Cuando ya nadie quedaba en el patio, Ruperto cogió la bolsa y, buscando algún lugar donde esconderla, posó su mirada en el establo. En ese momento, como si se tratara de una señal divina, los mozos de cuadras salieron para recoger las mulas que habían quedado en el patio de armas tras descargar la piedra y guardarlas en el establo. En ese lapso de tiempo, Ruperto logró ocultar la bolsa en el interior del establo entre dos postes de madera, disimulada con paja, y salir sin que nadie le viera.

Volvieron entonces los cuatro hombres a la parte prohibida del castillo, los aposentos del comendador. Pero viendo que esta vez estaban vigilados, optaron por apartarse de allí hasta que surgiera una nueva oportunidad.

nortecastillo

Se le ocurrió entonces a Simplicio que podrían preguntar a quien sirviera en aquella torre. Vieron a unas lavanderas junto al aljibe, y como una de las hijas de Sancho estaba entre ellas, Simplicio pensó que sería buena idea preguntarle, que siendo hija del jefe del servicio, algo sabría. Le costó al lancero convencerla de que hablara con él en privado, pero al final la recatada muchacha accedió. Por ella supo que muy pocos criados entraban a los aposentos del comendador: solo sus padres y otros dos criados, Eustaquio y su mujer. Después, le arreó un buen guantazo a Simplicio, para que su honra quedara intacta ante las chismosas de las lavanderas, de tal forma que su gorro voló dejando al descubierto su calva, para mofa de un soldado que hacía la ronda por el adarve.

Solo les quedaba esperar a que el tal Eustaquio apareciera. Y lo hizo, bajando las escaleras tras salir del edificio de piedra, pero al mismo tiempo salió Adela, la hija de Sancho con la que Simplicio había hablado, corriendo y llorando de la cocina, y a esta le siguió su padre, que, enfurecido, cuchillo en mano, se acercó a Simplicio y le amenazó, advirtiéndole que no volviera a acercarse a ningún miembro de su familia, y prometiéndole que él mismo les buscaría una forma de entrar donde pretendían si seguían adelante con el plan para inculpar a Esteban del asesinato del fraile. Dicho lo cual volvió a su trabajo.

Cuadróle la cosa a Simplicio, que, pensando en avenirse con Sancho en algunos detalles del plan, fue en su busca a la cocina, pero este le despidió con cajas destempladas, haciendo como si hubiera ido a pedirle perdón por haber pretendido a Adela, y diciéndole disimuladamente que no debían verles hablar, y que le contara a su mujer cualquier cosa, que ella ya le pondría al corriente.

Allá que fueron a las habitaciones de los criados en busca de Guiomar, a la cual encontraron en compañía de sus hijas. Adela lloraba en la cama tras la regañina de su padre por hablar con Simplicio, y su madre quiso sacar de allí a aquellos hombres para dar intimidad a sus hijas. Se metió con ellos en la habitación de al lado, y entonces Simplicio le dijo que querían un pañuelo de Inés como reclamo para Esteban. Contestó Guiomar que mejor le parecía uno de Adela, pues Esteban era un granuja y le parecería mejor preñar a otra muchacha que volver con la que ya mancilló. Además, les dijo que seguramente encontrarían a Esteban en el lupanar de Genoveva, pues pasaba allí muchas horas. Lo cual confirmó uno de los soldados que fue interrogado por Simplicio: Esteban le había cambiado el turno a otro soldado, seguramente para ir en busca de las putas de Genoveva, a las que era tan aficionado.

Así que tres de los aventureros partieron para la mancebía, mientras Roger se quedaba en el castillo para continuar con la investigación. La casa de Genoveva estaba apartada del pueblo, en un lugar boscoso cercano al río. Fueron muy bien recibidos por las cuatro prostitutas que había dentro. Acomodándose estaban, cuando comenzó una discusión entre ellas, y en ese momento entró Genoveva en compañía de una hermosa muchacha que impresionó por igual a los cuatro. Genoveva apaciguó los ánimos y se sentó con los cuatro hombres y sus ahijadas, para conversar un rato. La mujer estaba enterada de que habían sido encerrados en el calabozo. Entonces le preguntaron por Esteban, al que ella tenía por hombre amable y cortés, muy amigo de sus hijas, pero les dijo que ese día aún no había aparecido por allí. Después quisieron saber de aquello que, desde su llegada al pueblo, se hablaba sobre ella, pues Genoveva llevaba tiempo anunciando la llegada del apocalipsis en aquel mismo castillo. Solo entonces la mujer se mostró algo más perturbada, aunque enseguida se controló y les hizo preguntarse a los aventureros si no encontraban extraño que el lugar hubiera sido azotado por tantas desgracias: gente que cae de altas torres, familias enfrentadas, desavenencias, odios, bandidos… Después soltó su profecía: “Cuando la iglesia arda, nascerá en el castiello el fijo del diablo, et aqueste matará a su madre et a toda su familia. Estonces vendrá el caos et nada nin nadi podrá impedillo.” También echó la culpa de todas las desgracias a la incompetencia de Fernando Téllez, hijo del comendador, que había encerrado a su hermano, despedido a los antiguos soldados empújándoles al bandidaje, y echado al cura por ser amigo de su hermano, haciendo que Dios abandonara a todo Montemolín. Los bandidos, no obstante, no saqueaban su casa, porque los soldados solían acudir a ella para fornicar con sus ahijadas. Por último, se excusó diciendo que tenía muchas cosas por hacer aquella noche, pues era la noche del apocalipsis y debía intentar concienciar a las gentes, y pidió a los aventureros que se quedaran a descansar en su casa, pues nada les cobraría. Simplicio se prestó a acompañarla, pero ella le dijo que su compañía le perjudicaría, ya que había estado en los calabozos y la gente del castillo no se fiaba de él.

Así que Genoveva partió con la bella muchacha, a la que llamó Ángela, y Simplicio salió detrás, pues de todas formas no quería quedarse allí, cosa que sí hicieron Ruperto y Ventura. Este último andaba pensando en todo lo que había dicho Genoveva.

“Cuando la iglesia arda, nascerá en el castiello el fijo del diablo, et aqueste matará a su madre et a toda su familia.”

Cayó en la cuenta en ese momento Ventura: Inés, la hija de Sancho, estaba a punto de parir al hijo de Esteban. ¿Coincidencia?

DRAMATIS PERSONAE

Secundarios por orden de aparición.

Pedro de Soto
Pedro de Soto

El caballero mandó sacar del calabozo a los supuestos mureros cuando llegó el cargamento de piedra del que Ventura le había hablado. Les dio el día libre como compensación por haberles tenido encerrados el día anterior. Asimismo, solicitó un informe a Ventura sobre la reparación de la muralla.

Fraile
Fraile

Vuelve a aparecer este fraile, que en Llerena actuaba como secretario de Orduño. Acompañaba el cargamento de piedra y se presentó como contable, pero en realidad era un contacto de Orduño. Al enterarse de que los contratados habían estado bajo sospecha y los habían encerrado en las mazmorras, se mostró intranquilo, y la cautela que mostraba Simplicio le hizo decidirse a aplazar el encuentro y trasladarlo al vecino pueblo de Calera de León. Su cabeza terminó en un saco entre las pertenencias de los contratados, no se sabe cómo; estos se deshicieron de la bolsa, pensando que alguien querían inculparles, y la ocultaron en los establos.

Pedro el posadero
Pedro el posadero

Se limitó a traerles comida a los aventureros cuando estaban reunidos con el fraile en una habitación de la posada. Ya lo conocieron el primer día, e igual que entonces, insistió en la “maldición del castillo” que hacía tiempo que venía anunciando una vieja. Luego sabrían que se refería a Genoveva, mujer que regenta un prostíbulo a las afueras del pueblo.

Guiomar
Guiomar

Esposa de Sancho el cocinero. A pesar de ser una criada, parece que sabe mandar; y es que su marido es el jefe de los criados del castillo, a falta de un mayordomo que los organice. Sorprendió a los cuatro aventureros con la bolsa que contenía la cabeza del fraile, e hizo llamar a su esposo por medio de su hija menor para aclarar el asunto. Más tarde, recibió a Simplicio y le entregó un pañuelo de su hija Adela como reclamo para tenderle la trampa a Esteban. Nunca se separa de Inés, su hija mayor, que está preñada.

Inés
Inés

Hija mayor de Sancho y Guiomar. Preñada de casi nueve meses de Esteban, el educado y simpático soldado con el que estuvieron charlando el día de su llegada, nunca habla y se limita a sus labores y a obedecer a su madre, que nunca se separa de ella.

Hija menor de Sancho
hija menor de Sancho

Los aventureros ya tuvieron ocasión de verla en la cena del primer día. Tiene apenas unos catorce años, y está muy controlada por su padre. Lo llamó cuando el lío de la bolsa, mandada por su madre.

Sancho
Sancho

El cocinero, jefe del servicio, se mostró el tercer día muy distinto al primero, cuando a los aventureros les pareció un hombre serio y cabal. Se enteró por ellos de que alguien había colado una bolsa con la cabeza de un hombre en sus aposentos, y viendo la oportunidad, quiso inculpar de ello a Esteban para vengarse de él, pues había dejado preñada a su hija y se había desentendido de ella. Su plan era que los aventureros ocultaran la bolsa en el establo y hacer que Esteban entrara en él con alguna excusa, para poder culparle de haberla escondido allí. Más tarde, su hija Adela fue a contarle que Simplicio había hablado con ella sobre un asunto que tenía con él que le había dejado muy preocupada, y la golpeó por ello, saliendo con un cuchillo al patio para advertirle al lancero que no volviera a acercarse a su hija. Disimuladamente, aprovechó para pedirles que fueran más discretos y hablaran con su mujer en lugar de hacerlo con él.

En esta parte de la aventura, Sancho se ha revelado como un padre en exceso protector y controlador, cegado por un deseo de venganza hacia Esteban que le hace tal vez arriesgarse demasiado. El primer día parecía más comedido.

Adela
Adela

Otra hija de Sancho, la más modosita de las tres que hasta ahora han conocido los aventureros. Muy obediente y recatada, fue importunada por Simplicio cuando este le pidió hablar en privado, apartándola de las lavanderas a las que acompañaba en el aljibe. Simplicio le dijo que estaba preocupado por su padre por un negocio en el que andaban juntos, y esto sensibilizó a Adela, que colaboró con él contestando a su pregunta. Simplicio quería saber quiénes servían al comendador, y Adela le dijo que solo sus padres y otro matrimonio entraban en sus aposentos. Para acabar, le arreó un buen guantazo al pobre Simplicio, para que las lavanderas no creyeran que se había entregado a él. Más tarde, preocupada por lo que le había dicho el lancero, fue a contárselo a su padre, y esta vez fue ella la que recibió la bofetada de un enfurecido Sancho, que la reprimió por haber hablado con un desconocido.

Lavandera
Lavandera

Una graciosilla que se burló de Adela cuando fue requerida por Simplicio.

Elvira
Elvira

Una chica con un carácter complicado, muy irascible y llena de energía. De las ahijadas de Genoveva es la más descarada, a menudo con una actitud chulesca y poco femenina.

Bárbara
Bárbara

La más seria de las cuatro, pero también la más bella y muy atenta con sus “clientes”. No se lleva muy bien con Elvira, a la que suele picar (cosa que siempre consigue, con las malas pulgas que tiene la otra).

Elicia
Elicia

Dulce y juguetona, se comporta como una niña, pero solo es un teatro para seducir a los hombres. De las cuatro es la que aparenta ser más femenina y coqueta.

Leonor
Leonor

La más madura de las chicas. Siempre trata de mediar en los conflictos, pone la cordura y el sosiego cuando estos faltan. Tiene el rol de hermana protectora, y si no fuera porque es prostituta, cualquier hombre pensaría en ella como una buena esposa.

Genoveva
Genoveva

La “vieja loca” de la que le han hablado en varias ocasiones a los aventureros no aparenta serlo; de hecho, su lenguaje y sus maneras no son la de una trotaconventos, y solo se altera cuando habla del apocalipsis que lleva tiempo anunciando. Tras hablar con los cuatro y pronunciarles su profecía, les pidió que se quedaran en su casa aquella noche, tratando de impedir que regresaran al castillo, donde piensa que va a ocurrir algo horrible. Según sus propias palabras, la iglesia arderá y nacerá el anticristo. Culpa de todo a Fernando Téllez, hijo del comendador, cuyas acciones han atraído la desgracia al pueblo, que ahora se ve afectado por las malas cosechas, odios, suicidios, ataques de bandidos y toda clase de complicaciones. Partió con una bellísima mujer con la que llegó a su casa, diciendo que tenía mucho que hacer aquella noche.

Ángela
Ángela

Un nombre adecuado para la mujer más bella que han visto los aventureros en su vida, aun cubierta por un jubón. Entró en la cabaña del bosque acompañando a Genoveva, y luego marchó con ella. Su mera presencia eclipsó por completo a las demás prostitutas.

INFORMACIÓN RECABADA
  • El soldado Esteban ha sido de los últimos en llegar al castillo. A su llegada, dejó preñada a Inés, la hija de Sancho el cocinero, que estaba prometida con Álvaro, un soldado querido por todos, que se suicidó lanzándose desde la torre vigía cuando se enteró de la traición de Inés y de su embarazo. Esteban se desentendió de Inés, y desde entonces Sancho se la tiene jurada.
  • Los únicos criados que tienen acceso a los aposentos del comendador son Sancho y su mujer y otra pareja, uno de los cuales se llama Eustaquio.
  • Esteban frecuenta la mancebía que regenta Genoveva en las afueras del pueblo, cerca del río. Acude allí siempre que puede.
  • Profecía de Genoveva: “Cuando la iglesia arda, nascerá en el castiello el fijo del diablo, et aqueste matará a su madre et a toda su familia.”

1 comentario:

Jolan dijo...

Archimago, perdona el off-topic. Te he dejado un mensaje en tu cuenta de gmail.

Saludos.